Esteban Córdoba: “Miro para atrás y me doy cuenta que todo valió la pena”

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Cada 7 de mayo se celebra en Argentina el Día del Minero, en conmemoración de la sanción, en 1813, del primer fomento oficial a la actividad minera por parte de la Asamblea General Constituyente. Esa fecha, cargada de historia, se resignifica año a año con miles de vidas anónimas que construyen, desde la tierra más dura y silenciosa, el presente y el futuro de una industria clave para el desarrollo del país.

Cada 7 de mayo se celebra en Argentina el Día del Minero, en conmemoración de la sanción, en 1813, del primer fomento oficial a la actividad minera por parte de la Asamblea General Constituyente. Esa fecha, cargada de historia, se resignifica año a año con miles de vidas anónimas que construyen, desde la tierra más dura y silenciosa, el presente y el futuro de una industria clave para el desarrollo del país.

Detrás de la maquinaria pesada, los campamentos aislados y los caminos polvorientos, hay personas con historias que reflejan esfuerzo, dignidad y transformación. Una de ellas es la de Esteban Córdoba quien, desde hace 23 años, comienza su jornada cuando el sol asoma sobre el horizonte árido de la Puna salteña.

A las 6 de la mañana ya está de pie en la minera Ulex, a 90 km de San Antonio de los Cobres, su tierra natal. Allí trabaja como chofer de camión, una tarea que le exige precisión, responsabilidad y un compromiso cotidiano con su entorno. Pero para Esteban, la minería representa mucho más que un trabajo: es un camino de vida que eligió y que lo eligió.

Esteban nació en San Antonio de los Cobres. Su historia personal está marcada por la orfandad temprana: perdió a su madre y a su padre cuando apenas tenía 4 años. “Soy hijo natural”, dice, con la voz serena pero firme, como quien aprendió desde chico a enfrentar las adversidades. Terminó la secundaria en el Colegio 525, pero no pudo continuar con estudios superiores. La necesidad lo llevó al mundo de la minería. Lo que no imaginaba era que ese ingreso marcaría el inicio de un largo camino de aprendizaje y pertenencia.

“Entré sin saber manejar. Comencé como ayudante, cargando cosas, haciendo de todo. A los tres meses me capacitaron, saqué el carné y nunca más me bajé del camión”, recuerda. Cada paso, cada jornada, cada turno le fue abriendo puertas. “Hoy miro para atrás y me doy cuenta de que todo valió la pena. Aprendí con los años, con humildad y sin miedo al trabajo duro”.

Testigo directo de la transformación de la minería en Salta, Esteban recuerda con claridad los tiempos en los que el trabajo era más sacrificio que oportunidad. “Antes trabajábamos 28 días seguidos y descansábamos solo 5. Te llevabas hasta el colchón. Te bañabas una vez por semana. No era fácil. Había que dejar la familia, los hijos, todo”, relata.

Hoy la realidad es otra. Las condiciones laborales han mejorado de forma sustancial: los turnos son más equilibrados, los campamentos cuentan con mejores servicios y la formación educativa pasó a ser un requisito. “Antes alcanzaba con tener fuerza. Ahora se valora la cabeza, la capacidad de aprender. Hasta para ser ayudante hay que tener la secundaria terminada. Eso es bueno, porque mejora la calidad del trabajo y de vida”.

La minería abrió un camino de sacrificio, orgullo y dignidad

Esteban no pierde de vista su responsabilidad con el medio ambiente. Aunque su trabajo no involucra químicos, sino la extracción de boratos, es consciente de que toda actividad debe desarrollarse con responsabilidad. “Yo amo esta tierra. Se puede hacer minería responsable si se cumplen las leyes. Se puede crecer sin destruir”, afirma con convicción.

Su vida personal es tan valiosa como su trabajo. Su pareja y su hija son el motor de su esfuerzo diario. “La minería me dio un hogar, me dio dignidad. Me dio amigos en todo el país: Jujuy, Catamarca, San Juan. Todos compartimos la misma pasión, el mismo sacrificio”, dice con una sonrisa que traspasa la dureza del relato.

Durante más de dos décadas, Esteban fue testigo del crecimiento minero en la provincia. Observó cómo las oportunidades se ampliaban, cómo los pueblos cercanos se transformaban con la llegada de nuevas empresas y cómo la capacitación se volvía una herramienta clave para el desarrollo local. “La minería genera empleo, capacita, abre puertas. Pero hay que hacerla bien. No hay que olvidar que también somos parte de esta tierra. No se trata solo de sacar, sino de cuidar lo que queda”.

Su labor cotidiana -en silencio, con sacrificio y sin buscar protagonismos- representa a miles de trabajadores que cruzan rutas inhóspitas, soportan condiciones extremas y dejan huella donde solo hay piedra y viento.

Esteban participa activamente en charlas y eventos relacionados con la actividad, como el encuentro “Jóvenes Ya”. Desde ese espacio, comparte su historia con estudiantes y jóvenes interesados en la minería. “Quiero que los chicos sepan que se puede. Que aunque se empiece de abajo, con ganas y esfuerzo se llega. No hay que tener miedo al trabajo ni a las dificultades. Hay que formarse, respetar, aprender”.

“A todos mis compañeros les deseo que sigan creciendo. Que no bajen los brazos. La minería es sacrificio, sí. Pero también es orgullo”.

En el Día del Minero, el homenaje no solo es para Esteban Córdoba. Es para cada trabajador y trabajadora que, con casco, manos firmes y corazón íntegro, construye día a día el futuro de una provincia que se proyecta al país y al mundo desde sus entrañas.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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