Robó un banco, ocultó su identidad y reveló el crimen a su hija 50 años después cuando estaba por morir

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Theodore John Conrad robó 215.000 dólares de un banco y desapareció sin dejar rastro en 1969

Era un viernes de verano, 11 de julio de 1969, y Theodore John Conrad, de apenas 20 años, caminaba con paso tranquilo hacia la bóveda del Society National Bank, en Cleveland, Ohio, donde trabajaba como cajero.

En la penumbra de la bóveda, guardó 215.000 dólares en una simple bolsa de papel y salió del edificio. No hubo disparos. No hubo persecución. Nadie notó nada hasta el lunes siguiente. Para entonces, Ted Conrad ya era un fantasma.

Lo que parecía un golpe impulsivo, tenía raíces más profundas. Estaba obsesionado con la película El caso Thomas Crown, protagonizada por Steve McQueen, en la que un millonario aburrido roba un banco en Boston solo por diversión. Según reveló el alguacil Peter J. Elliott a The New York Times: “Después de ver esa película, creo que pensó: ‘¿Y si hago esto y me salgo con la mía?’”.

No lo dijo una vez, lo repitió a amigos, conocidos y compañeros de trabajo: “Conseguir este trabajo fue demasiado fácil. Robar este banco sería aún más fácil”, según los testimonios recuperados por el Servicio de Alguaciles de EEUU.

Inspirado por una película de Hollywood, Conrad llevó a cabo un crimen que marcó su vida entera (U.S. Marshals Service)

Desaparecer: la metamorfosis de Conrad

Tras el robo, Ted Conrad envió dos cartas a su novia: una desde Washington D.C., otra desde Los Ángeles. En ellas no hablaba del crimen. Solo del amor que le profesaba. Y después se esfumó, según CNN.

En 1970, se asentó en Lynnfield, un suburbio de clase media al norte de Boston. Allí nació Thomas Randele, una nueva identidad libre de sospechas. Fue vendedor de autos, golfista profesional, vecino ejemplar, y durante más de 50 años, padre amoroso y esposo devoto.

Con una barba espesa que jamás se afeitaba y una gorra que no se quitaba ni bajo techo, evitaba cualquier riesgo de ser reconocido. Nunca dejó el país, aunque su esposa y su hija le pidieron que viajara con ellas a Francia.

“Siempre decía que había muchísimas cosas interesantes que ver en Estados Unidos. No necesitaba salir del país”, relató su hija Ashley a CNN. Ahora sabe que la verdadera razón era que nunca tuvo pasaporte.

La hija que descubrió a su padre

En marzo de 2021, ya enfermo de cáncer de pulmón, Randele llamó a su hija Ashley. Estaban en casa, sentados en el living, cuando soltó la verdad: “Soy Ted Conrad”.

Bajo el seudónimo Thomas Randele, el ladrón creó una nueva vida como esposo y padre ejemplar (Ashley Randele)

No pidió perdón. Solo hizo una petición: “Prometeme que no lo vas a investigar. No quiero que se lo digas a nadie”, recordó Ashley en el podcast Smoke Screen: My Fugitive Dad, citado por NBC News.

Pero la curiosidad fue más fuerte. Esa noche, Ashley, sola en su habitación de la infancia, escribió en Google “Ted Conrad desaparecido”. Lo primero que apareció fue el titular: “Cajero de bóveda roba banco”. “¡Dios mío, este es mi papá!”, pensó. En cuestión de minutos, cientos de artículos revelaron una vida secreta que ella jamás había sospechado.

El impacto fue devastador. La mañana siguiente, Ashley reunió el valor para contarle a su madre, Kathy. “Estaba leyendo los artículos en línea y no dejaba de decir: ‘¡Dios mío! ¡Dios mío!‘, durante unos 10 minutos”, dijo Ashley a CNN. Kathy conocía a ese hombre desde hacía cuarenta años. Había compartido con él una hija, una vida, una rutina. Y ahora, todo era una mentira.

El pacto del silencio

Ashley y su madre decidieron no revelar el secreto a las autoridades. Sabían que Thomas Randele, o quien fuera realmente, iba a morir en pocos meses. “Lo último que quería era ver a mi padre enfermo, de 71 años, llevado a prisión”, dijo Ashley a CNN.

La hija de Conrad descubrió su identidad secreta tras una confesión en sus últimos días de vida (U.S. Marshals Service)

Pero su conciencia no descansó. Ashley comenzó una búsqueda personal. Localizó a exparejas y amigas de su padre, reconstruyó su pasado, buscó detalles que ahora cobraban sentido. Se enteró, por ejemplo, de que hablaba francés con fluidez, aunque nunca lo mencionó mientras ella lidiaba con esa asignatura en la escuela.

El obituario que lo delató

Randele murió en mayo de 2021. Ashley y su madre hicieron un pacto: guardarían el secreto durante un año, como señal de duelo. Pero en noviembre de ese mismo año, el caso volvió a la vida.

Un periodista de Ohio recibió una pista anónima: el obituario de Thomas Randele coincidía sospechosamente con los datos de Theodore Conrad. Fecha de nacimiento similar —aunque alterada—, nombres de los padres con un apellido añadido, misma ciudad natal: Denver, y un rastro lejano de estudios en el New England College.

Los agentes federales compararon su firma en una declaración de bancarrota de 2014 con una solicitud universitaria de 1967. Era la misma caligrafía.

El alguacil federal Peter J. Elliott, hijo de John K. Elliott, quien había perseguido a Conrad por décadas, viajó a Lynnfield. Tocó la puerta. “Creo que sabes por qué estamos aquí”, le dijo a Ashley. La expresión en su rostro, dijo luego, fue suficiente para confirmar lo que ya sabían.

Una firma en una solicitud universitaria similar a una encontrada en un documento judicial en 2014 fue otra pieza de evidencia que ayudó a resolver el caso (U.S. Marshals)

Dos vidas, un mismo hombre

El podcast Smoke Screen: My Fugitive Dad, narrado por Ashley Randele, se convirtió en un intento desesperado de comprender esa doble vida. “Quería que el mundo supiera quién era mi padre. Y también quería saber sobre Ted Conrad, el ladrón de bancos, y Tom Randele, mi padre”, explicó a CNN. “Quería saber: ¿dónde se superponen?”.

Para algunos, Ted Conrad fue una especie de Robin Hood moderno, un rebelde elegante que desafió al sistema y vivió bajo sus propias reglas. Pero para John K. Elliott, el alguacil que lo buscó hasta su lecho de muerte, no era más que un ladrón común.

Un cierre sin justicia

Theodore John Conrad logró engañar a la justicia durante 52 años. Murió libre. Vivió en paz. Fundó una familia. Se ganó el respeto de su comunidad. Donó a causas policiales. Y cada noche, veía NCIS sin que nadie sospechara.

El caso cerró sin arresto. Sin juicio. Sin condena. Pero dejó tras de sí una estela de preguntas.

Ashley Randele eligió el micrófono para responder esas preguntas. Porque a veces, la verdad llega demasiado tarde, pero aún así merece ser contada.

Fuente: https://www.infobae.com/tag/policiales

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