Primero tenemos que tener en claro que solo está permitida la caza menor en la provincia, pero la realidad es muy diferente, ya que es común ver chanchos del monte, corzuelas, guanacos, pumas y casi toda la enorme biodiversidad muerta bajo las más diversas excusas. A fines del siglo XIX y principios del XX quizás se justificaba, teniéndola como un magro aporte de proteína animal para hacheros y arrieros, pero transcurriendo la tercera década del siglo XXI, ¿tiene realmente sentido?
Actualmente los montes, antes infinitos, se encuentran fragmentados y deteriorados. Los sitios donde la fauna es abundante cada vez se reducen más. Tenemos menos del 30% de animales que hace solo 30 años, y encima a nivel provincial no tenemos datos del estado de las poblaciones de animales silvestres.
En este punto es necesaria una fuerte participación del Estado, de los organismos competentes, que en este caso debería ser la Secretaría de Ambiente a través de planes de conservación, manejo y uso. Pero acá es donde la falta de profesionales formados frena cualquier posibilidad. ¿Cuáles son los planes de conservación de la Provincia? Si el Estado provincial viera la enorme posibilidad del desarrollo turístico a través de safaris fotográficos y/o avistaje de fauna, generando mayores ingresos y de forma totalmente sostenible, la realidad sería muy diferente.
Entonces, ¿por qué se caza?, ¿por tradición?, ¿por inercia?, ¿porque sí?. En realidad, no existe ninguna justificación lógica ante una práctica totalmente anacrónica y crítica en un momento en el que la crisis de pérdida de la biodiversidad es un hecho reconocido. ¿Trae algún beneficio? La respuesta es más simple de lo que parece. No trae ninguno. No solo le resta valor a los ambientes de la provincia vaciándolos de fauna, sino que elimina elementos (los individuos) que contribuyen al funcionamiento de los ambientes con grandes beneficios para nosotros, los humanos. Como ejemplo, podemos citar uno de los descubrimientos más recientes, y que generó graves problemas sociales, culturales y económicos, que es la regulación de enfermedades epidémicas como el coronavirus, el hanta virus o la gripe aviar. La existencia de ambientes repletos de fauna hace que estas enfermedades se queden en esos organismos y no migren a los humanos. Sabido es que cuando no tienen sus huéspedes naturales usan el animal más abundante: nosotros mismos.
Entonces, la cacería no tiene sentido, al menos en estos términos. Sería recomendable vedar por lo menos dos años esta actividad para, al menos, tener una idea del estado de las poblaciones de los animales más presionados, ordenar territorialmente la actividad y promover otras como los safaris fotográficos. En el actual estado de situación, y como crítica constructiva, le pido a las autoridades de Ambiente tomar estas ideas. El objetivo es conservar a largo plazo la calidad de vida de los salteños, y el ambiente, con sus componentes (la fauna, por ejemplo) son claves. A pesar de todo, estamos a tiempo.
* Doctor en Ciencias Biológicas, investigador y docente de Biología de la Conservación de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNSa.