La juventud de la cordillera de los Andes

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Los Andes están vivos. Todo el edificio andino se está moviendo. Crece verticalmente, se desplaza lateralmente hacia el este y se hunde en la gran llanura chaqueña. El fenómeno es imperceptible pero el gran orógeno está fluyendo.

Los Andes están vivos. Todo el edificio andino se está moviendo. Crece verticalmente, se desplaza lateralmente hacia el este y se hunde en la gran llanura chaqueña. El fenómeno es imperceptible pero el gran orógeno está fluyendo.

Hace 66 millones de años, en plena época de los dinosaurios, los Andes Centrales no existían. En su espacio se extendía un gran cuerpo de agua interior, al nivel del mar, con lagos, pantanos y otros ambientes acuosos donde prosperaba una vida abundante. El nivel eustático del océano estaba entonces unos 300 metros más alto que en la actualidad. Mares someros de aguas cálidas se extendían por amplias regiones y bañaban los continentes del mundo.

En nuestra región se depositaba un extenso manto de calizas amarillas que recibían, albergaban y fosilizaban distintas evidencias de animales y plantas. Era el reino de los dinosaurios. El mundo Mesozoico.

Cientos de huellas de dinosaurios se han conservado impresas en esas rocas. Y recientemente se han encontrado también abundantes huellas de pterodáctilos. Esos reptiles voladores que dominaban el cielo antes de su abrupta extinción durante el holocausto del Cretácico superior. Cuando el planeta recibió el impacto del asteroide que se estrelló en Yucatán (México). Una montaña voladora de 10 km de diámetro, más grande que el Everest, que impactó con el planeta y marcó un cambio de era geológica.

Se terminó entonces el mundo de los reptiles mesozoicos y empezó el mundo de los mamíferos cenozoicos. Los restos del impacto cósmico se esparcieron por todo el planeta y se depositaron en las capas sedimentarias de aquella época. Hoy se puede llevar adelante un trabajo de detectives y buscar isótopos de elementos químicos que identifiquen dónde se encuentra ese importante límite. Los trabajos realizados en el norte argentino ya dieron con esas sutiles evidencias de isotopía cosmogénica.

Se han encontrado capas con evidencias de dinosaurios superpuestas por capas con evidencias de mamíferos en el perilago de Cabra Corral, en el Valle del Tonco, Parque Nacional Los Cardones, Quebrada de Humahuaca, entre otros sitios de interés geológico y turístico. Hasta entonces los Andes, como hoy los vemos, no existían. Pasarían todavía algunas decenas de millones de años hasta que la placa de Nazca comenzó a fundirse por debajo de lo que hoy es la cordillera volcánica andina, el segmento central volcánico de la Cordillera de los Andes.

Ese segmento que abarca desde Perú hasta el norte argentino, esto es desde el volcán Sara-Sara a orillas de la laguna de Parinacota en Ayacucho (Perú) hasta la Cordillera de San Buenaventura en Catamarca. Segmento andino donde los Andes se dividen en dos cadenas, una volcánica occidental y otra tectónica oriental.

La occidental formada por el apilamiento sucesivo de rocas volcánicas y la oriental por el apilamiento sucesivo de láminas tectónicas. La cadena volcánica es la línea de altas cumbres que nos divide de Chile. Y entre ambas cordilleras, volcánica al oeste y tectónica al este, se extiende una enorme depresión en altura que es el Altiplano-Puna.

Una extensa región cerrada y con drenaje interno que abarca la Puna Peruana, el Altiplano Boliviano y la Puna Argentina. Donde un centenar de cuencas cerradas han formado salares por la sequedad del ambiente. Simplemente porque la evaporación supera a las precipitaciones. Aun cuando existan espacios con lagos y lagunas. Como el lago Titicaca, el cuerpo de agua dulce navegable más alto del mundo. O el salar de Uyuni, una llanura salina que se extiende entre ambas cordilleras y cubre más de diez mil kilómetros cuadrados de superficie.

Los volcanes han sido el motor de la generación de todas las sales y depósitos de metales. Y los volcanes son consecuencia de la fusión de la corteza en profundidad en la convergencia de las placas tectónicas de Nazca y Sudamericana. La corteza se funde al alcanzar los 1.200 grados de temperatura.

Los magmas suben a la superficie a través de un gran canal y los que llegan arriba explotan para generar los volcanes. Otros magmas quedan atrapados en profundidad y van a generar depósitos de metales o distintos cuerpos plutónicos.

La fusión ocurre porque la placa de Nazca se hunde con 30 grados de inclinación. Y ello sucede en el segmento de los Andes Centrales, ya que, al norte y al sur, donde la inclinación desciende a 5 grados no se alcanza la temperatura de fusión y la corteza está fría y se rompe como tal en los llamados segmento peruano al norte y pampeano al sur. Esa forma fría de romperse nos recuerda los sismos altamente destructivos y devastadores de Mendoza en 1861 y de San Juan en 1944 con singulares consecuencias históricas.

El sabio francés Augusto Bravard presagiaría la inminencia del terremoto de Mendoza, pero moriría sepultado en el hotel donde se hospedaba.

Eva Perón cambiaría la historia argentina al involucrarse con pasión en gestionar la ayuda a las víctimas de San Juan. ¡Los hilos de Ariadna en el laberinto geológico! La compleja fisiografía de los Andes Centrales es consecuencia del ángulo de inclinación de la placa. Si la placa estuviera altamente inclinada existiría un arco de islas volcánicas sobre la costa pacífica. La placa calentó la corteza y su empuje fue levantando paulatinamente la Puna y luego los valles y serranías orientales.

Nuestros valles

Por el fenómeno de la isostasia, que es el equilibrio entre las masas de la corteza, a medida que se levantaba el edificio andino se hundía por subsidencia la llanura chaqueña. Como los platos de una metafórica y gigantesca balanza. Y entre medio, uno a uno, se iban formando los valles de la Cordillera Oriental, unidad morfotectónica en la cual destacan de oeste a este los valles Calchaquí, de Lerma y de Siancas, cada uno de ellos con sus propias características agroecológicas productos de la tectónica y el clima.

Valles andinos que descienden paulatinamente desde el oeste hacia el este como peldaños de una monumental escalera tectónica. Y que son más viejos hacia el oeste y más jóvenes hacia el este. Aun cuando esa edad sea el producto de los últimos movimientos andinos. Porque una cosa es la edad de la anatomía interna de las montañas, las que contienen rocas de los últimos 600 millones de años y otra la edad del levantamiento de esas montañas. Hace pocos millones de años las selvas tropicales llegaban hasta el borde de la Puna. A medida que los Andes se rompieron para dar la actual fisiografía, las selvas se desplazaron hacia el este. El Valle Calchaquí, unos seis millones de años atrás, tenía selvas y ríos con cocodrilos y tortugas. Precisamente se dio a conocer el hallazgo de una tortuga fósil, acuática y de agua dulce, en rocas de 5 a 6 millones de años atrás en el Valle Calchaquí que demuestra la presencia para esa época de climas tropicales.

La extraordinaria metamorfosis

El estudio fue publicado en la revista internacional “Journal of South American Earth Sciences” por científicos de universidades argentinas de Mendoza, Corrientes, La Plata y Salta en abril de 2025 y está disponible online. Los autores del estudio fueron Marcelo S. de la Fuente, Carlos A. Luna, Alfredo E. Zurita, Claudia I. Galli, Sofía I. Quiñones, Juan M. Robledo, Adriana M. Candela, Enzo M. Landa Ramírez, Pablo Gonzalez Ruiz y el suscripto.

Esta es una prueba más de la extraordinaria metamorfosis del paisaje que pasó desde selvas tropicales a ambientes semidesérticos en pocos millones de años. Ello, debido a que se elevaban los cordones montañosos a oriente y frenaban la llegada de las lluvias en la barrera orográfica en formación.

Los Andes son hoy un edificio orogénico activo donde la placa oceánica se hunde por debajo de la placa continental con velocidades de 7 a 8 cm por año. Las serranías más orientales de los Andes son de una extrema juventud. La sierra de Olmedo tiene capas con caracoles fósiles de unos 7.000 años de antigüedad y que están deformadas.

El propio Valle de Lerma, donde se asienta la ciudad de Salta, hace un millón de años no existía y dentro de otro millón de años habrá desaparecido engullido por la tectónica andina. Se irán cerrando los valles hacia el oeste y se abrirán nuevos valles hacia el este.

Las montañas se elevan diferencialmente algunos milímetros o centímetros por año. Los sismos nos recuerdan está permanente actividad de la orogenia andina. Con terremotos a veces altamente destructivos como los que tuvieron lugar en 1692 en Esteco o en 1930 en La Poma. El estudio de los hipocentros de los sismos es lo que permitió dibujar la geometría de la placa de Nazca y su ángulo de subducción. Y también descubrir que algunos de ellos se encuentran entre los más profundos del mundo.

Tal como se viene demostrando con los estudios que lleva adelante la Dra. Susan Beck de la Universidad de Arizona con el programa NSF-TANGO (TransANdean Great Orogeny) y el Dr. Benjamín Heit en el GFZ de Potsdam. O la siempre recordada Dra. Patricia Alvarado (1966-2022) del INPRES de San Juan. Estos y otros conceptos fueron parte de la conferencia del suscripto organizada por el Club Amigos de la Montaña en la 39 edición de su curso anual de montañismo que se llevó a cabo el miércoles 16 de abril de 2025 en el Salón Blanco del Centro Cultural América de la ciudad de Salta.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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