El senador Juan Carlos Romero homenajeó a Francisco en la última sesión de la Cámara alta

0
48
En la última sesión de la Cámara alta de la Nación , el senador Juan Carlos Romero dedicó unas sentidas palabras en honor a la memoria del Papa Francisco.

En la última sesión de la Cámara alta de la Nación, el senador Juan Carlos Romero dedicó unas sentidas palabras en honor a la memoria del Papa Francisco.

Textual:

La partida del Papa Francisco representa una pérdida incalculable para la Iglesia Católica y para quienes encontramos en él una voz de consuelo, un mensaje de esperanza. Francisco siempre fue un amigo de nuestra Salta. Era muy devoto del Señor y de la Virgen del Milagro, y recordaba especialmente nuestras fiestas septembrinas.

El mundo despide a un líder espiritual, y con profundo dolor, los argentinos despedimos a un hombre nacido entre nosotros, formado en nuestras calles, en nuestras parroquias, en nuestras crisis y en nuestra esperanza. Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, fue mucho más que el primer pontífice latinoamericano, fue un testigo de su tiempo y un pastor de todos los pueblos.

Nacido en Buenos Aires en 1936, hijo de inmigrantes piamonteses, su vida fue desde temprano una búsqueda de sentido y servicio. Se diplomó como técnico químico, pero pronto eligió otro camino: el del sacerdocio, la enseñanza y el acompañamiento espiritual. Fue maestro, rector, confesor, provincial de los jesuitas de nuestro país y luego, con los años, arzobispo de una Ciudad de Buenos Aires a la que conocía de memoria y de corazón. La recorrió entera, a pie, en colectivo y sin distancias con su gente. La abrazó en las crisis, la pensó en clave de comunión, evangelización y caridad. Y en ella dejó una marca que muchos recuerdan con afecto y gratitud.

Hoy hablamos de la partida de un hombre que conmovió al mundo desde su humildad, que eligió no destacarse por el cargo que ocupó, sino por su modo de vivir la fe.

La figura del Papa Francisco representa la coherencia, la firmeza y la verdad en tiempos en que tantas veces escasean. Formado en la vida sencilla de las parroquias, supo desde joven escuchar el dolor del otro como si fuera propio. Y jamás dejó de hacerlo.

La alegría de aquel inolvidable 13 de marzo de 2013, cuando un argentino fue elegido para conducir los destinos espirituales de millones, contrasta con la enorme tristeza que sentimos ante la pérdida de un Papa humilde y sencillo. Cercano a los más desfavorecidos y una vocación de servicio despojada de toda ostentación, Francisco será por siempre reconocido por su modo de vivir la fe.

Nuestro Pontífice fue siempre fiel a lo que predicó. Rechazó los privilegios, eligió vivir en una residencia común y mantenerse cerca del pueblo. “Mi gente es pobre y yo soy uno de ellos”, dijo en más de una oportunidad. Desde ese lugar convocó a abrir las puertas, a ensanchar la mirada, a tender puentes entre personas, credos y naciones.

En los aspectos internos de la Iglesia realizó cambios en las estructuras de gobierno, designó mujeres en altos cargos de conducción, acentuó los procesos por inconductas de miembros de la iglesia y modificó procesos canónicos.

Esta Sesión busca rendir un homenaje profundo y perdurable a quien dedicó su vida a la construcción de una humanidad más justa y solidaria. Recordar al Papa Francisco es también asumir el compromiso de honrar su legado, asumiendo el valor del diálogo como herramienta imprescindible para la paz, tal como él lo proclamó con coraje y humildad a lo largo de su pontificado, convocando siempre a tender puentes, superar divisiones y abrazar al otro desde el respeto y la compasión.

En su última bendición pascual, nos advirtió sobre lo que no podemos permitirnos ignorar: “me siento cercano al sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, así como a todo el pueblo israelí y a todo el pueblo palestino. Es preocupante el creciente clima de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo. Al mismo tiempo, mi pensamiento se dirige a la población y, de modo particular, a la comunidad cristiana de Gaza, donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria. Apelo a las partes beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz.”.

Fiel a esas palabras, trabajó incansablemente por unir, por sanar heridas, por convocar al diálogo entre culturas, credos y pueblos. Su voz fue la de un verdadero constructor de paz y de puentes, y su partida nos deja la responsabilidad de seguir su ejemplo con humildad y coraje.

Ese domingo de Pascua de Resurrección, en su último mensaje al mundo, nos dejó un llamamiento a todos aquellos que tenemos responsabilidades políticas. Con la claridad que lo caracterizaba, pidió “no ceder a la lógica del miedo que aísla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo”. Y con esa firmeza serena que acompañó todo su pontificado, nos recordó “estas son las “armas” de la paz: las que construyen el futuro, en lugar de sembrar muerte”.

Tal como dijo en su primera noche como Papa: “Recemos por el mundo entero, para que haya un gran espíritu de fraternidad”. Que esa oración no quede suspendida en el tiempo. Que la hagamos nuestra. Que sigamos, con humildad y coraje, el camino que él nos señaló.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí