Nicolás Ramírez, el árbitro del Superclásico: autoridad, rigor y proyección internacional pensando en el Mundial

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Ramírez amonestando a Fonseca en el último Superclásico, disputado en la Bombonera (Foto REUTERS/Pedro Lázaro Fernández)

Cuando este domingo empiece a rodar la pelota en el Estadio Monumental, todas las miradas estarán puestas en el césped, los equipos y las tribunas, pero también en el árbitro, la figura que tendrá la responsabilidad de administrar justicia en el partido más trascendente del fútbol argentino, el Superclásico entre River Plate y Boca Juniors.

El elegido para impartir orden será Maximiliano Nicolás Ramírez, árbitro internacional desde 2023, que con 38 años y un estilo de conducción firme, técnico y sin estridencias, se perfila como una de las principales cartas del arbitraje argentino de cara al Mundial 2026.

Lo acompañarán como asistentes Facundo Rodríguez y Pablo González. Mientras que el cuarto árbitro será Nicolás Lamolina. En el VAR se desempeñará Lucas Novelli y en el AVAR, Diego Romero.

El de este domingo será el segundo River-Boca para Ramírez (Foto ALEJANDRO PAGNI / AFP)

Ramírez no llega por casualidad a este escenario. Formado inicialmente como jugador -pasó por el Club Agustín Álvarez de 9 de Julio-, combina en su trayectoria el conocimiento del juego desde adentro, una sólida preparación física (es profesor de Educación Física) y una vida laboral paralela como empleado en una obra social, lo que le otorga una sensibilidad social atípica en este ámbito. Esa triple perspectiva es clave para entender su perfil como juez: conoce el vestuario, domina el reglamento y entiende el entorno.

Su altura imponente (1,88 m) lo convierte en una presencia visual fuerte en el campo, pero es su capacidad de interpretación del juego, su control emocional y su criterio para aplicar las reglas lo que lo posicionó como un árbitro confiable, sobre todo en contextos de alta tensión.

El sello de Ramírez está definido: rigor técnico, claridad en las decisiones y apego al reglamento, sin perder la sensibilidad por la dinámica del juego. No es un árbitro de protagonismo gratuito, pero tampoco esquiva la toma de decisiones difíciles.

Su manejo del VAR ha sido, hasta ahora, criterioso. En el último Superclásico, disputado en La Bombonera, el 21 de septiembre de 2024, sancionó correctamente una mano de Milton Giménez en el gol del empate sobre la hora para Boca, luego de revisar la jugada en el monitor. Aquel fallo -avalado por especialistas pero resistido por el entorno xeneize- demostró su templanza y convicción para sostener decisiones de alto impacto.

En aquel encuentro, que finalizó con triunfo 1-0 para River, mostró siete tarjetas amarillas, en una clara señal de su estilo firme: controla el partido a partir del orden disciplinario, sin dejar que la temperatura del clásico lo sobrepase.

Ramírez increpado por futbolistas de Boca en el último Superclásico (Foto REUTERS/Agustín Marcarian)

Los números de Ramírez

El juez que arbitrará el Supeclásico tiene un promedio de juego por encuentro de 59 minutos y corre aproximadamente 9 km por partido.

Desde su designación como árbitro internacional, en 2023, Ramírez mantuvo un promedio disciplinario notable en sus actuaciones.​

Promedio de tarjetas amarillas por partido: 5.70

Promedio de tarjetas rojas por partido: 0.21

Total de partidos arbitrados: 115

Total de tarjetas amarillas mostradas: 656

Total de tarjetas rojas mostradas: 24​

Estos datos reflejan un estilo de arbitraje riguroso y estricto, con una tendencia a mantener el control del juego mediante sanciones disciplinarias cuando es necesario.

Su promedio de tarjetas amarillas por partido es superior al de muchos de sus colegas en la Liga Profesional de Fútbol, lo que indica su disposición a intervenir para mantener el orden en el campo.​

En partidos de alta tensión, como el Superclásico entre River y Boca, este enfoque puede ser crucial para evitar que el juego se descontrole.

Sin embargo, también implica que los jugadores deben ser especialmente cuidadosos para no incurrir en acciones que puedan ser sancionadas, ya que Ramírez no duda en aplicar el reglamento con firmeza.​

Su historial muestra que, aunque no es propenso a mostrar tarjetas rojas con frecuencia, no evita hacerlo cuando la situación lo requiere. Este equilibrio entre autoridad y criterio lo posiciona como un árbitro confiable para encuentros de alta exigencia.

Dirigir un River-Boca no es una designación más. Es la prueba máxima para cualquier árbitro argentino, una experiencia que puede catapultar o condicionar carreras.

La designación no sólo ratifica la confianza del cuerpo arbitral nacional, sino que implica un mensaje de proyección internacional, en un año donde los nombres para el próximo Mundial comienzan a perfilarse.

En definitiva, Ramírez llega al Superclásico no como una figura emergente, sino como una realidad técnica consolidada. Con presencia, autoridad y formación, se enfrenta al desafío más grande del fútbol argentino con una mochila cargada de experiencia… y un silbato que puede marcar el ritmo de la historia.

Fuente: https://www.infobae.com/tag/policiales

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