Esta licenciada en Publicidad y Propaganda se ha convertido a lo largo de los años en un referente importantísimo de nuestras tradiciones, de historias de nuestra patria, como así también de mitos y leyendas del campo argentino. Ha recibido premios y distinciones y ha sido entrevistada por numerosos medios a lo largo de los años.
Su amor por los ponchos viene a través de los recuerdos de la casa de su “nono”, un italiano curtidor de animales, que desembarcó en Argentina en 1894. Apenas llegado se instaló en Santa Fe, en Cañada de Gómez con su esposa y la gente del pueblo le sugirió hacerse ahijado del cacique Montenegro. Entre ambos hicieron un pacto de protección mutua y los Garguir permanecieron con él hasta el día de su muerte.
El matrimonio decidió instalarse entonces en Mendoza. Silvia pasó su niñez en la casa de su abuelo, rodeada de manufacturas de su vida de curtidor. Recuerda que en las paredes de la galería habían rastras y cinturones, taleros, fustas, espuelas y espuelines y por supuesto ponchos.
Cuando se jubiló empezó a hacer docencia, comenzó a viajar a muchos lugares de Argentina. Y aseguró que seguirá haciéndolo cada vez que la inviten, porque en los auditorios descubre un pueblo que desconoce y quiere aprender sobre estos temas tan interesantes y poco difundidos de nuestro acervo cultural.
“Cada Provincia argentina tiene su poncho (aunque hay algunas excepciones) y detentan iconografía y características propias”. Para poder entender mejor los atavíos que los componen, aquí va una pequeña descripción de las principales partes de un poncho:
Ñancal: el agujero por el que pasa la cabeza
Chuñai: los flecos
Wirin: los campos decorados con guardas
Tue: los campos lisos
El poncho de Santiago del Estero el el único que no puede venderse y es entregado solamente a los presidentes de cada agrupación gaucha.
El de La Rioja el poncho rinde homenaje a Facundo Quiroga: lleva un moño negro en señal de luto por la muerte del caudillo, guardas con la representación de la cordillera, la Cruz como el constante pedido del agua y el color rojo del federalismo.
El de Salta, aclaró, es uno de los más ricos en significados e iconografía. Está teñido en un color muy especial: el “rojo sangre de toro”. Silvia explicó que los españoles trajeron las corridas de toro al Perú y se extendieron por todo el territorio americano. En ese tiempo, no eran consideradas como hoy un espectáculo cruento y violento, sino parte de una tradición.
Cuando la banderilla del matador atravesaba la piel del toro, la sangre que emanaba era oscura y espesa y ese color es el que destaca al poncho salteño. Otra característica es que lleva líneas negras longitudinales que significan la pérdida de la libertad para los incas en 1533, cuando matan al cacique Atahualpa, el último gran inca. Pero además al morir Güemes en 1821 se le agregaron en su honor un moño negro, la vira (el borde) alrededor del ñancal y flecos negros en recuerdo de todos los que pelearon por la libertad americana.
El de La Pampa y sus guardas merece también una explicación. Antiguamente, antes de ser aceptadas las reglas de la Real Academia Española, en las colonias se empleaba la palabra “panpa” que significa llanura. La mal llamada guarda pampa refiere a los indios Panpa, habitantes originarios del sur de la provincia de Buenos Aires y da cuenta de montañas, lagos, el Sol y la Luna, el individuo y su alma, su entorno…
El poncho de Mendoza presenta como característica principal el color beige con guardas más claras (tonalidades que significan la tierra, el desierto, la cordillera). Lo más interesante es que tiene una hermosa historia relacionada con nuestro máximo prócer, don José de San Martín. El poncho mendocino está confeccionado imitando “la manta de luz de San Martín”.
Cuando tuvo lugar el Parlamento de San Carlos en 1816 entre el cacique Ñacuñán y el gran capitán, el indígena elegido en representación de 50 caciques más, le obsequió un poncho especial, ya que el cacique consideraba a San Martín como “un hombre de luz”. En el famoso cuadro de Roig Matons puede verse a nuestro héroe usando esta especial prenda.
Garguir subrayó que el poncho es considerado como nuestra segunda bandera. Y para remarcar su importancia, contó que para los gauchos argentinos existen escritos antiguos que establecen que:
– el poncho no se debe revolear,
– no se debe utilizar con el ñancal atravesado,
– debe doblarse siempre de una determinada manera,
– debe usarse con los flecos hacia el exterior,
– debe colocarse sobre el hombro izquierdo, nunca sobre el derecho,
– y principalmente nunca debe utilizarse como chiripá.
“La clave para saber si un poncho está bien hecho es que debe atravesar 30 cm por la boca de un anillo cualquiera”.