El funeral del papa Francisco dejó una imagen imborrable que resume el corazón de su pontificado: su féretro fue recibido en la basílica de Santa María la Mayor por un grupo de migrantes, transexuales, personas en situación de pobreza y presos, invitados especialmente por Cáritas del Vaticano y la Comunidad de Sant’Egidio.
Entre las 40 personas que participaron del homenaje estuvo Tamara Castro, una mujer trans oriunda de Salta, quien vistió con orgullo una camiseta de la Selección Argentina para despedir al papa. “Tenían un lugar privilegiado en el corazón y en la enseñanza del Santo Padre, que eligió el nombre de Francisco para no olvidarlos nunca”, recordó el Vaticano en un comunicado oficial.
Cada invitado sostuvo una rosa en la mano mientras esperaba en la explanada de la basílica. El gesto fue definido por muchos como un símbolo conmovedor de lo que Francisco representó: un papa que colocó en el centro de la Iglesia a los que históricamente fueron excluidos.
“La Comunidad de Sant’Egidio participará en el funeral del papa Francisco con su pueblo, empezando por los pobres que lo conocieron y lo amaron durante su pontificado”, señalaron desde la organización en una nota de prensa.
La presencia de estos grupos en un momento tan solemne no fue casual. La iniciativa surgió tras un diálogo entre monseñor Benoni Ambarus, secretario de la Comisión de Migraciones del episcopado italiano, y monseñor Diego Ravelli, maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, quienes trabajaron en conjunto para “valorizar la presencia de los pobres en los funerales”.
“Me parece una decisión conmovedora, porque el Santo Padre Francisco es acogido por la Madre que tanto amó (Salus Populi Romani) y por sus amados hijos, que lo acompañarán en estos últimos pasos. Me parece algo verdaderamente hermoso”, expresó Ambarus en declaraciones a Vatican News.
Con este gesto final, Francisco volvió a recordar su legado: una Iglesia abierta, inclusiva y comprometida con quienes más sufren.