A día de hoy, menos del 1% de los cuadros expuestos y conservados por el Museo del Prado están firmados por una mujer. Esta diferencia ejemplifica hasta qué punto ha resultado difícil para las artistas no solo poder acceder a esta profesión, sino tener el mismo reconocimiento que el que recibían sus compañeros hombres.
A lo largo de las salas del museo, solo hay expuestas 23 obras pintadas por mujeres: algunas de ellas recién llegadas, como Maria Luisa Puiggener, y otras escondidas durante mucho tiempo en los almacenes de la entidad, como Rosa Bonheur. Sin embargo, unos pocos cuadros llevan ya mucho tiempo entre la colección del Prado, ya que en vida las autoras alcanzaron una gran reputación que las llevó a ocupar, tras su muerte, un lugar privilegiado en la Colección Real.
Una joven recién llegada a la que copiaban los pintores del rey
Entre estas pocas artistas privilegiadas destaca Sofonisba Anguissola. Considerada como una de las primeras pintoras en alcanzar renombre internacional, esta mujer alcanzó ya fama de dibujante cuando aún era una adolescente, después de asistir a algunos talleres de los mejores pintores del momento -Miguel Ángel entre ellos-. Por aquel entonces, Génova pertenecía a la monarquía hispánica, por lo que fue esta corte de Felipe II la que, tras oír hablar de ella, decidió reclutarla con una edad cercana a los 25 años.
‘El juego de ajedrez’ de Sofonisba Anguissola, pintado cuando tenía tan solo 25 años
La llegada de Sofonisba Anguissola no tardó en trastocarlo todo. En primer lugar, porque debido a su linaje pertenecía a una clase social demasiado elevada como para ser pintora de cámara. Por eso, fue contratada como dama de compañía de la reina Isabel de Valois, a la que enseñaría dibujo. Además, su habilidad para los retratos y autorretratos hizo que se le pidiera al pintor oficial del rey, Alonso Sánchez Coello, que hiciera copias de los cuadros que ella pintaba.
Sofonisba estaría pintando en la corte durante un total de 13 años. En 1573, se marcharía a Sicilia para vivir junto a su nuevo marido, Fabrizio Moncada, quien fallecería seis años después. Tras un segundo matrimonio con un hombre quince años más joven que ella -algo insólito-, pasaría el resto de su vida en Génova y, de nuevo, Palermo, lugar en el que estaría hasta su muerte y donde muchos de los pintores más prometedores la visitarían para recibir sus consejos.
Los consejos que daba a los pintores cuando ya no podía ver
Al hacerse mayor, Sofonisba Anguissola perdió la vista. No hay una conclusión acerca de la causa de esta ceguera, o de hasta qué punto esta era absoluta o parcialmente limitada. Al fin y al cabo, la pintora alcanzó la edad de 96 años, una cifra inaudita para la época. Un año antes de su muerte, sin embargo, recibió la visita de un joven aspirante a pintor, Anton Van Dyck, quien poco después sería reconocido como uno de los mejores retratistas del mundo.
Anton van Dyck, uno de los pintores flamencos más conocidos del siglo XVII.
Van Dyck, nacido en Amberes, se encontraba en Italia realizando un viaje para mejorar sus habilidades como pintor, razón por la que acabó visitando a Sofonisba Anguissola y realizándole un retrato apenas un año antes de su muerte. Lo valioso de este encuentro, sin embargo, no es solo el cuadro: Van Dyck también dejó registrado en su cuaderno cómo se produjo la reunión, revelando algunos detalles especialmente llamativos.
“La edad de ella 96, teniendo aún la memoria y el cerebro muy despierto, educadísima”, escribía Van Dyck en unas hojas ahora expuestas en el British Museum de Londres. “Aunque a causa de la vejez le faltaba la vista, tenía a pesar de ello el gusto de ponerse los cuadros delante y, pegando la nariz a la pintura, distinguía algo y tenía gran placer en ello”. Van Dyck explica cómo esto permitía a la mujer darle consejos sobre dónde o cómo utilizar la luz para que ella no pareciera demasiado arrugada.
El Museo del Prado muestra por primera vez la parte trasera de ‘Las Meninas’.
“Me dio otros muchos consejos”, sigue el pintor, “y además me contó parte de su vida por la que se conoce que era pintora del natural milagrosa y la mayor pena que tenía era que, por la falta de vista, ya no podía pintar, aunque seguía teniendo todavía la mano firme sin ningún temblor”. El retrato que hizo el pintor flamenco pertenece a la Sackville Collection de la Fundación Nacional para los Lugares de interés Histórico o de Belleza Natural (Reino Unido).