Se trató del evento más convocante de la historia de ese país. A lo largo de una semana, jóvenes de todo el mundo se alojaron en instalaciones públicas, como gimnasios, escuelas, polideportivos, parroquias o en viviendas familiares. Además de los momentos de oración, comunión y esparcimiento, los inscritos participaron de actividades organizadas por el equipo de la JMJ en diferentes lugares de la ciudad que los recibió. Los actos centrales contaron con la presencia del Sumo Pontífice, quien encabezó la ceremonia de apertura, el Vía Crucis, la vigilia y, el último día, la misa de envío.
¿Pensaba que la convocatoria de JMJ sería de esta magnitud?
Yo partí desde Barcelona, España, donde resido desde hace varios años. Fuimos en el camino sumando jóvenes de distintas ciudades hasta llegar a Portugal. Lo hicimos ante el llamado del Papa Francisco, en el marco de las 37ª Jornada Mundial de la Juventud. Fue una experiencia increíble. Muchas veces se solía decir que la gente se encontraba alejada de la fe y de los valores, pero este impresionante movimiento de la juventud de Europa y de diversos países del mundo demostró que todavía existían grandes sectores que buscaron salir adelante en Cristo. Ya hubo cerca de un millón de jóvenes en Lisboa a la espera de que iniciaran los actos centrales; y cerca de dos millones de personas en total que acudieron a la convocatoria. Sin dudas, como lo manifestaron los medios de comunicación, fue el evento más convocante de la historia de este país.
Tuve la gracia de ver al Papa. Lo saludamos, le mostré la bandera argentina y nos saludó afectuosamente con una sonrisa. Sin dudas, como ya lo manifestaron los medios de comunicación, fue el evento más convocante de la historia de este país.
¿Estas jornadas se dieron en un contexto mundial especial?
La humanidad vivió un momento especial, de inflexión tras la tragedia de la pandemia de Covid 19 y de las guerras que afectaron a todo el planeta. Los jóvenes quisieron caminar hacia el futuro con una mirada superadora de las diferencias, con nuestras intenciones puestas en el crecimiento y el desarrollo igualitario. Allí nos reunimos gente de diferentes culturas, estilos de vida, intercambiamos experiencias y compartimos un mismo objetivo: dar testimonio de Cristo y de una firme convicción de trabajar por un mundo mejor. Hay que admitir que transitamos tiempos de apatía.
En los jóvenes surgieron preguntas y dudas que muchas veces no hallaron respuestas. Es por eso que la Iglesia buscó el lenguaje adecuado y realista para comunicarse con ellos, a través de Cristo.
¿Tuvieron un pedido general e intenciones particulares?
Yo pedí especialmente por Argentina, por mi familia, por las vocaciones, por el desarrollo de todos los jóvenes. En los días previos participamos en diferentes ciudades de Portugal de misas, catequesis, charlas de formación y también de eventos culturales, conciertos, teatro, entre otras. Esperamos con mucha alegría y muchas ansias el mensaje del papa Francisco y su bendición. En dicha oportunidad también se reunió con jóvenes académicos de la Universidad Católica Portuguesa, dirigida por los jesuitas. Participaron jóvenes relacionados con el Pacto Global por la Educación y Economía. Luego estuvo con los jóvenes de las Scholas Occurrentes en la ciudad de Cascais, 35 km al sur de Lisboa, y por la tarde fue al Parque Eduardo VII, uno de los principales lugares de concentración de los jóvenes llegados de todo el mundo. En la sede de Scholas, presidida por el argentino José María del Corral, dio la última pincelada a un mural de 3 km que los jóvenes de la institución prepararon hace un mes junto a inmigrantes, trabajadores, docentes, artistas, deportistas y adultos mayores. Como pudo vislumbrarse fueron días de gran camaradería, en los que el compartir fue la premisa.