El papa Francisco, fallecido este lunes de Pascua a los 88 años, será recordado por su implicación social y por querer hacer de la Iglesia una institución “comprometida con los problemas del mundo”. Francisco siempre quiso ser partícipe de las discusiones actuales más importantes, y algunas de ellas le han llevado a enfrentarse a críticas de algunos sectores eclesiásticos y de los partidos políticos de algunos países.
Y es que el papel del pontífice fuera de las cuestiones eclesiásticas no ha sido el de mero observador. Ha criticado cuando consideraba que debía criticar, siempre abogando por la paz en un mundo que se orienta cada vez más en sentido contrario. Este ha sido su discurso en conflictos como la guerra de Siria, la de Armenia y Azerbaiyán o la de Israel frente al grupo terrorista Hamas. Así lo expresó en su discurso en su Mensaje de Pascua del 31 de marzo del año pasado para que “se garantice el acceso a la ayuda humanitaria en Gaza y a un alto el fuego inmediato en la Franja”. Asimismo, se ha pronunciado a lo largo de los meses sobre las disputas en Europa, donde los territorios están afectados por el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia desde el inicio de la “operación militar especial” de Putin el 24 de febrero de 2022.
Velas encendidas cerca de fotos del papa Francisco. (AP Foto/Gregorio Borgia)
La “ola populista” en Europa
En este posicionamiento a favor de la paz, el papa siempre vio que su deber era promover la defensa de los más vulnerables. Uno de los espacios que aprovechó para difundir su preocupación internacional fue el pasado 24 de agosto de 2024 en el Foro Europeo de Alpbach. Durante su intervención, expresó su consternación ante el avance de los “movimientos populistas” que, según él, ponen en riesgo los valores fundamentales y marginan a los miembros más débiles de la sociedad. El pontífice puntualizó que en Europa se vive “un tiempo de crisis que implica peligros y oportunidades”, situación que se ve agravada por factores económicos y políticos que han contribuido a la popularidad de estas corrientes. En su mensaje, el papa resaltó que “las sociedades en Europa están llamadas a encontrar caminos y medios para reducir la polarización en su interior y permanecer abiertas al mundo que las rodea”, enfatizando la necesidad de recuperar ideales y principios que han sido relegados por la actual “ola populista”.
“Cuando pienso en Europa, pienso sobre todo en el continente de los derechos humanos”, destacó Francisco. Por ello, hizo hincapié en la necesidad de valores como la dignidad humana y la fraternidad, dictaminados en el Evangelio y que deben seguir guiando las acciones políticas del continente. Del mismo modo, comentó que “en Europa, como resultado de esta ola populista, algunos ideales han desaparecido y algunos principios, relacionados con el comportamiento hacia los miembros más débiles de la sociedad, han pasado a un segundo plano”, según recogió en ese momento Vaticano News.
Francisco también alegó que “la Unión Europea, desde su fundación, tiene rasgos universalistas y es de desear que no los pierda”. En el discurso que dio la vuelta al mundo y fue un toque de atención para los integrantes de la Unión Europea, quiso resaltar que “esto no debe sorprender y asustar porque sabemos bien que Dios también está ahí”.
El papa se reúne 35 minutos con Pedro Sánchez en el Vaticano.
El “puente” en Europa y el ejemplo de acogida de Luxemburgo
En uno de los últimos viajes del pontífice por Europa, destacaron sus mensajes de admiración a dos países de la Unión Europea: Luxemburgo y Bélgica. Tras su discurso en el Foro Europeo de Alpbach, el Papa visitó sendos territorios el 26 y 27 de septiembre. En su primera parada, subrayó que Luxemburgo “se ha distinguido por su compromiso en construir una Europa unida y solidaria, en la que cada nación tenga su propio papel, dejando atrás divisiones y conflictos”. Además, enfatizó que “la riqueza es una responsabilidad. Por esa razón pido una vigilancia constante para no descuidar a las naciones más desfavorecidas”.
Y es que enfatizó la importancia de utilizar la riqueza para ayudar a los más pobres, para que no se vean obligados a huir en busca de mejores oportunidades. Seguidamente, comentó que hay que dejar que Luxemburgo “sea una ayuda y un ejemplo en indicar el camino a seguir para la acogida e integración de migrantes y refugiados”, pues el país tiene una gran tradición en abrir las puertas a los extranjeros.
Por otro lado, la visita a Bélgica dejó igualmente algunos mensajes a los ciudadanos europeos, pues en sus palabras expresó que el ser humano, “cuando deja de hacer memoria del pasado y de dejarse educar por él”, tiene la capacidad de “volver a caer incluso después de haberse levantado”, olvidando “los sufrimientos y el coste aterrador de las generaciones pasadas”.
Así, esperaba que la capital de la UE hiciese “una acción cultural, social y política constante y oportuna” para un acercamiento que venza al “invierno demográfico” y al “infierno de la guerra”, ya que “es un puente que pone en diálogo las civilizaciones”. De esta manera, se podrá evitar que los conflictos bélicos se conviertan en “una opción viable de consecuencias catastróficas”.
El papa Francisco recibe el papamóvil completamente eléctrico.
Su visita al Parlamento Europeo después de 26 años sin la presencia clerical
Sus inquietudes sobre Europa se adentraron también en el discurso migratorio en su visita oficial al Parlamento Europeo del pasado 25 de noviembre de 2024, después de 26 años de la última intervención clerical en la institución. Ante los eurodiputados, el pontífice denunció la tendencia a tratar a las personas como objetos y criticó la pérdida de la “sacralidad de cada ser humano”. En sus palabras, subrayó la urgencia de abordar la “ausencia de un apoyo” a aquellas personas que “necesitan acogida y ayuda”: “No podemos tolerar que el Mediterráneo se convierta en un gran cementerio”.
Igualmente, expresó que ”la UE corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y continuas tensiones sociales”. Finalmente, el obispo de Roma pidió a los parlamentarios “una Europa que no se centre en la economía”, sino en “la fragilidad de los pueblos y de las personas”. Este discurso dejó al Parlamento dividido debido al contundente mensaje del Papa Francisco, que sigue resonando todavía, incluso aunque él ya no esté.