Un artículo publicado en The Lancet Planetary Health advierte de que el cambio climático pone en riesgo la seguridad y la continuidad del suministro de sangre a nivel mundial. El estudio elaborado por la Cruz Roja Australiana Lifeblood y la Universidad de Sunshine Coast señala que los efectos del cambio climático no solo afectarán la salud de los donantes, sino que también incrementarán la demanda de sangre debido al aumento de enfermedades y desastres naturales.
El estudio, liderado por la investigadora de Lifeblood y becaria adjunta de investigación de UniSC, la doctora Elvina Viennet, llega semanas después de que el ciclón Alfred golpease Australia y generase un aumento sin precedentes de la cancelación de donaciones de sangre. “Además de limitar la movilidad de un gran número de personas, estos eventos alteran el almacenamiento, la seguridad y el transporte de sangre, que tiene una vida útil corta”, concreta Viennet. Por desgracia, “se espera que las temperaturas más cálidas y los desastres naturales como olas de calor, inundaciones, ciclones e incendios forestales se vuelvan más frecuentes y graves”, añade la doctora.
El proceso en el que la sangre pasa de un donante a un paciente pasa por la donación, el transporte, el almacenamiento, las pruebas y distribución. Según los investigadores, el cambio climático amenaza cada etapa: las olas de calor, inundaciones y tormentas pueden interrumpir las campañas de donación, dañar equipos de transporte refrigerado y comprometer los controles de calidad. Asimismo, el calentamiento global amplifica la propagación de enfermedades infecciosas como el dengue y el virus del Nilo Occidental, que también pueden transmitirse mediante transfusiones.
“La exposición a fenómenos climáticos extremos y los cambios en los patrones epidemiológicos de enfermedades representan desafíos sin precedentes para los bancos de sangre”, defienden los autores en la publicación.
Un riesgo global, soluciones locales
Imagen de archivo de una persona donando sangre. (COMUNIDAD DE MADRID)
La investigación subraya que el impacto es global, pero las soluciones deben ser adaptadas a los contextos locales. Por ejemplo, el aumento de enfermedades transmitidas por vectores en regiones tropicales puede requerir pruebas más estrictas y tecnologías avanzadas de inactivación de patógenos en las transfusiones. Otras estrategias incluyen el uso de tecnología de drones para transportar sangre y adaptar las rutas de entrega ante interrupciones. En países como Ruanda, esta innovación ya ha mostrado resultados prometedores.
Algunos problemas indirectos también preocupan, tales como la disminución de la elegibilidad de los donantes. Factores como dietas de bajo contenido en hierro o problemas de salud causados por calor extremo pueden llevar a más rechazos. Además, la migración inducida por desastres naturales podría generar “desiertos de sangre”, áreas con insuficiencia de donantes, especialmente para tipos sanguíneos raros.
Los expertos advierten que construir sistemas de suministro de sangre resilientes será clave en un mundo donde el cambio climático está remodelando las dinámicas de salud pública. Además de garantizar tecnologías robustas para minimizar pérdidas, es esencial invertir en planes de emergencia, ampliar la diversidad de donantes y fomentar la cooperación internacional.
El artículo concluye que para enfrentar estos retos no basta con reconocer los riesgos: es urgente cerrar las lagunas en la investigación y desarrollar nuevos modelos logísticos que protejan la seguridad e igualdad en el acceso a la sangre. “No podemos permitir que el cambio climático ponga en jaque sistemas fundamentales para garantizar el bienestar y la vida de millones”, afirman los autores.