Cuál fue el libro en el que se inspiró Mel Gibson para el guion de La Pasión de Cristo

0
31
Jim Caviezel y Mel Gibson durante la filmación de La pasión de Cristo -año 2004 – (Icon Productions)

Ana Catalina Emmerich (s.XVIII) aseguraba haber “visto” la Última Cena, la traición de Judas, el arresto de Jesús en el jardín de Getsemaní, su comparecencia ante el Sanedrín, Herodes y Pilato, la flagelación, el camino al Gólgota, la crucifixión y muerte. Y lo describe todo con muchos detalles que aparecen en la exitosa película.

La lectura de las revelaciones de la beata Ana Catalina Emmerich fue clave para Mel Gibson en la elaboración del guion de La Pasión y en particular para el personaje de María. Los Evangelios son muy parcos en ciertos pasajes. No hay referencias a la Virgen en los últimos días de Jesús, hasta la escena al pie de la cruz, cuando asiste a la agonía de su Hijo.

Gibson se inspiró entonces en buena medida en el texto de Emmerich y presenta una María que el licenciado Pablo Marini, autor de Redimidos, un libro sobre la película La Pasión de Cristo, describe como “equilibrada”, porque “no es ni la Virgen llorona mexicana, al borde del desmayo, ni tampoco la Virgen impávida o hierática de una estampita; es una Virgen en tensión permanente, en comunicación con el Hijo”. Y la única consciente, además de Jesús, de lo que va a suceder.

Maia Morgenstern, actriz judía de nacionalidad rumana, encarna a la Virgen María en La pasión de Cristo

La beata alemana Ana Catalina Emmerich nació el 8 de septiembre de 1774 en el seno de una familia campesina muy piadosa. Ingresó a un convento agustino a los 28 años. Desde niña tenía la certeza de que hablaba con Jesús, lo veía, y era testigo de su apostolado.

En 1812 un estado agudo de debilidad la dejó postrada y empezó a tener estigmas, marcas similares a las de Cristo en su calvario, por eso en muchos de sus retratos aparece con la cabeza vendada.

Las autoridades eclesiásticas revisaron los estigmas de Ana Catalina y escucharon sus relatos, para asegurarse de que no se los transmitía nadie.

Retrato de la monja agustina Ana Catalina Emmerich, con la cabeza vendada por los estigmas

En el año 1819, enviaron al poeta Klemens Brentano a visitarla; ella le transmitió sus revelaciones a las que él dio forma de libro: “La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo de acuerdo a las Meditaciones de Anne Catherine Emmerich”.

Se trata de un relato muy detallado y sobre todo muy gráfico de lo que hoy llamamos la Semana Santa, que comienza con la decisión de Jesús de ir a Jerusalén a celebrar la Pascua con los discípulos y concluye con su resurrección. Ana Catalina Emmerich asegura que “ve” los sitios que recorre Cristo, y también otras personas en situaciones en las que no aparecen en los Evangelios pero que bien podrían haber sucedido como ella las relata. Es decir, alguien preparó la cena para Jesús y los 12 -búsqueda del lugar, elaboración de la comida, servicio-. ¿Dónde estaba María, la madre de Jesús, en esa víspera de la crucifixión? ¿Dónde María Magdalena? No podían estar muy lejos puesto que ambas aparecen al pie de la cruz y luego en el sepulcro.

El libro de Pablo Marini en el que analiza cada personaje del film de Mel Gibson

Todo eso lo “ve” y describe Emmerich.

Ello explica el protagonismo que tiene María en la película de Gibson, pues la Beata describe paso a paso lo que habría hecho la Virgen en esos días de la pasión de su Hijo. Quien haya leído sus visiones, percibirá la gran cantidad de detalles que fueron tomados de ese relato que contiene escenas de mucho realismo y emoción. Por caso, la mujer de Pilato compadeciéndose de la Madre de Cristo o la llamada “segunda caída” de Jesús bajo el peso de la cruz camino al Gólgota frente a María.

La crucifixión es descrita paso a paso, con una crudeza que incluye los tironeos y hasta las dislocaciones necesarias para hacer coincidir el cuerpo con los soportes de la cruz, en un párrafo tan duro de leer como duras eran de ver las escenas de La Pasión.

María se acerca a Jesús en su segunda caída cargando la cruz e intercambian algunas palabras

Luego de la muerte de Jesús, en el relato de Emmerich sigue una descripción de la escena que es clásica en el arte, la de María con el cuerpo de su hijo sobre el regazo: “Nicodemus y José pusieron las escaleras detrás de la cruz, subieron y arrancaron los clavos. En seguida descendieron despacio el santo Cuerpo, bajando escalón por escalón con las mayores precauciones. (…) …como si hubiesen temido causar algún dolor a Jesús”. Y sigue: “Habiendo descendido el santo Cuerpo, lo envolvieron y lo pusieron en los brazos de su Madre, que se los tendía poseída de dolor y de amor. Así la Virgen Santísima sostenía por última vez en sus brazos el cuerpo de su querido Hijo, a quien no había podido dar ninguna prueba de su amor en todo su martirio…”

La Piedad, la célebre escultura en mármol de Miguel Angel Buonarroti, realizada entre 1498 y 1500 – Basílica de San Pedro, Vaticano (Photo by Leemage/Corbis via Getty Images)

Desde que se estrenó el film (2004), Pablo Marini, docente con 30 años de experiencia en universidades católicas en las materias Teología, Filosofía y Ética, ha dado charlas sobre el film en las que lo analiza desde el punto de vista cinematográfico y teológico y lo considera un instrumento de evangelización.

En el libro que acaba de publicar, Redimidos, hace una revisión pormenorizada de los personajes de La Pasión. Los divide entre hombres y mujeres porque, como dijo en una entrevista con Infocatólica, “es obvio que Gibson presentó esos bloques muy bien diferenciados”.

Las mujeres tienen actitudes valientes, piadosas, compasivas, amorosas y decididas. “Y no por ninguna concesión a lo políticamente correcto, sino porque la historia evangélica es clara al respecto”, señala Marini.

“En contraste, las figuras masculinas -excepto Jesús, como es obvio-, en general, no salen bien paradas: brutalidad, crueldad, son comunes en muchos de los personajes; cobardía, indecisión, dudas, traición en otros; odio, ofuscación, ceguera en varios más”.

En esta escena de La pasión de Cristo una mujer se acerca para dar de beber a Jesús y limpiarle el rostro ensangrentado

Pero agrega otra interesante categoría de personajes cuya característica es “la indiferencia frente a la verdad”. Es el caso de Pilato y Herodes. Hay una escena muy significativa en la que la esposa de Pilato le dice a su marido: “Si no quiere oír la verdad nadie te la puede decir”.

En una entrevista en el canal de Youtube de Jóvenes Unidos Marianos Misioneros (JUMM), Marini dice que en la escena de la comparecencia ante Herodes, Jesús no pronuncia ni una sola palabra: “Cristo no le responde a Herodes porque hay personas que no se merecen escuchar la verdad”.

Las revelaciones de Emmerich

El relato de la Beata completa el texto bíblico. Por ejemplo, según los Evangelios, Jesús pidió a dos de sus discípulos que se adelantaran para ir preparando la cena que sería la última. Emmerich dice: “Por la mañana, mientras los dos Apóstoles se ocupaban en Jerusalén en hacer los preparativos de la Pascua, Jesús, que se había quedado en Betania, hizo una despedida tierna a las santas mujeres, a Lázaro y a su Madre, y les dio algunas instrucciones. Yo vi al Señor hablar solo con su Madre; le dijo, entre otras cosas, que había enviado a Pedro, el Apóstol de la fe, y a Juan, el Apóstol del amor, para preparar la Pascua en Jerusalén”.

Otro ángulo de la escena en la cual María corre al auxilio de su Hijo

Según Emmerich, Jesús le habló también a su Madre sobre el discípulo que lo traicionaría. “Judas había ido otra vez de Betania a Jerusalén con el pretexto de hacer un pago. Corrió todo el día a casa de los fariseos, y arregló la venta con ellos. Le enseñaron los soldados encargados de prender al Salvador. Calculó sus idas y venidas de modo que pudiera explicar su ausencia. Volvió al lado del Señor poco antes de la cena. Yo he visto todas sus tramas y todos sus pensamientos”.

En cuanto a la reacción de María ante la confidencia de su Hijo, dice: “Cuando el Señor anunció a la Virgen lo que iba a suceder, Ella le pidió de la manera más tierna que la dejase morir con Él. Pero Él le recomendó que tuviera más resignación que las otras mujeres; le dijo también que resucitaría, y el sitio donde se le aparecería. Ella no lloró mucho, pero estaba profundamente triste”.

ALGUNOS EXTRACTOS DEL LIBRO DE ANA CATALINA EMMERICH

Jesús avisa a los discípulos que uno de ellos lo traicionará

Jesús añadió: “El hijo del hombre se va, según está escrito de Él; pero desgraciado el hombre que venderá al Hijo del hombre: más le valdría no haber nacido”.

Los Apóstoles, agitados, le preguntaban cada uno: “Señor, ¿soy yo?”, pues todos sabían que no comprendían del todo estas palabras.

Pedro se recostó sobre Juan por detrás de Jesús, y por señas le dijo que preguntara al Señor quién era, pues habiendo recibido algunas reconvenciones de Jesús, tenía miedo que le hubiera querido designar.

Juan estaba a la derecha de Jesús, y, como todos, apoyándose sobre el brazo izquierdo, comía con la mano derecha: su cabeza estaba cerca del pecho de Jesús. Se recostó sobre su seno, y le dijo: “Señor, ¿quién es?”. […] Yo no vi que Jesús se lo dijera con los labios: “Este a quien le doy el pan que he mojado”. Yo no sé si se lo dijo bajo; pero Juan lo supo… […] Yo no vi que Juan dijera a Pedro lo que le había dicho Jesús; pero lo tranquilizó con los ojos.

Jim Caviezel en el rol de Jesús de Nazaret. Escena de la última cena, sentado entre Pedro y Juan, el discípulo joven a quien encomendará a su madre (20th Century Studios)

La inquietud de los amigos de Jesús ante el rumor de que será atacado

Había poco ruido en Jerusalén; los judíos estaban en sus casas ocupados en los preparativos de la fiesta; yo vi acá y allá amigos y discípulos de Jesús, que andaban y hablaban juntos; parecían inquietos y como si esperasen algún acontecimiento. La Madre del Señor, Magdalena, Marta, María hija de Cleofás, María Salomé, y Salomé, habían ido desde el Cenáculo a la casa de María, madre de Marcos. María, asustada de lo que decían sobre Jesús, quiso venir al pueblo para saber noticias suyas. Lázaro, Nicodemus, José de Arimatea, y algunos parientes de Hebrón, vinieron a velar para tranquilizarla. Pues habiendo tenido conocimiento de las tristes predicciones de Jesús en el Cenáculo, habían ido a informarse a casa de los fariseos conocidos suyos, y no habían oído que se preparase ninguna tentativa contra Jesús: decían que el peligro no debía ser tan grande; que no atacarían al Señor tan cerca de la fiesta; ellos no sabían nada de la traición de Judas. María les habló de la agitación de éste en los últimos días; de qué manera había salido del Cenáculo; seguramente había ido a denunciar a Aquél: Ella le había dicho con frecuencia que era un hijo de perdición.

(La Virgen Santísima) tenía un vivo deseo de acercarse a Jesús, y pidió a Juan que la condujera cerca del sitio donde Jesús sufría. Juan, que no había dejado a su divino Maestro más que para consolar a la que estaba más cerca de su corazón después de Él, condujo a las santas mujeres a través de las calles, alumbradas por el resplandor de la luna. Iban con la cabeza cubierta; pero sus sollozos atrajeron sobre ellas la atención de algunos grupos, y tuvieron que oír palabras injuriosas contra el Salvador. La Madre de Jesús contemplaba interiormente el suplicio de su Hijo, y lo conservaba en su corazón como todo lo demás, sufriendo en silencio como Él. Al llegar a la casa de Caifás, atravesó el patio exterior y se detuvo a la entrada del interior, esperando que le abrieran la puerta. Esta se abrió, y Pedro se precipitó afuera, llorando amargamente. María le dijo: “Simón, ¿qué ha sido de Jesús, mi Hijo?”. Estas palabras penetraron hasta lo íntimo de su alma. No pudo resistir su mirada; pero María se fue a él, y le dijo con profunda tristeza: “Simón, ¿no me respondes?”. Entonces Pedro exclamó, llorando: “¡Oh Madre, no me hables! Lo han condenado a muerte, y yo lo he negado tres veces vergonzosamente”. […]

Maia Morgenstern, en el rol de María, junto a María Magdalena (Mónica Belucci) y Juan (Christo Jivkov)

Vi a la Virgen Santísima en un éxtasis continuo durante la flagelación de nuestro divino Redentor. Ella vio y sufrió con un amor y un dolor indecibles todo lo que sufría su Hijo. […] La cara de la Virgen estaba pálida y desencajada, sus ojos colorados de las lágrimas. No puedo expresar su sencillez y dignidad. Desde ayer no ha cesado de andar errante, en medio de angustias, por el valle de Josafat y las calles de Jerusalén, y, sin embargo, no hay ni desorden ni descompostura en su vestido, no hay un solo pliegue que no respire santidad; todo en ella es digno, lleno de pureza y de inocencia. María mira majestuosamente a su alrededor, y los pliegues de su velo, cuando vuelve la cabeza, tienen una vista singular. Sus movimientos son sin violencia, y en medio del dolor más amargo, su aspecto es sereno. […]

La segunda caída

La dolorosa Madre de Jesús había salido de la plaza después de pronunciada la sentencia inicua, acompañada de Juan y de algunas mujeres, había visitado muchos sitios santificados por los padecimientos de Jesús; pero cuando el sonido de la trompeta, el ruido del pueblo y la escolta de Pilatos anunciaron la marcha hasta el Calvario, no pudo resistir al deseo de ver todavía a su Divino Hijo, y pidió a Juan que la condujese a uno de los sitios por donde Jesús debía pasar: se fueron a un palacio, cuya puerta daba a la calle, donde entró la escolta después de la primera caída de Jesús; era, si no me equivoco, la habitación del sumo pontífice Caifás. Juan obtuvo de un criado o portero compasivo el permiso de ponerse en la puerta con María y los que la acompañaban. […] María oró, y dijo a Juan: “¿Debo ver este espectáculo? ¿Debo huir? ¿Podré yo soportarlo?”. Al fin salieron a la puerta. María se paró, y miró; la escolta estaba a ochenta pasos; no había gente delante, sino por los lados y atrás. Cuando los que llevaban los instrumentos de suplicio se acercaron con aire insolente y triunfante, la Madre de Jesús se puso a temblar y a gemir, juntando las manos, y uno de esos hombres preguntó: “¿Quién es esa mujer que se lamenta?”; y otro respondió: “Es la Madre del Galileo”. Los miserables al oír tales palabras, llenaron de injurias a esta dolorosa madre, la señalaban con el dedo, y uno de ellos tomó en sus manos los clavos con que debían clavar a Jesús en la cruz, y se los presentó a la Virgen en tono de burla. María miró a Jesús y se agarró a la puerta para no caerse. Los fariseos pasaron a caballo, después el niño que llevaba la inscripción, detrás su Santísimo Hijo Jesús, temblando, doblado bajo la pesada carga de la cruz, inclinando sobre su hombro la cabeza coronada de espinas. Echaba sobre su Madre una mirada de compasión, y habiendo tropezado cayó por segunda vez sobre sus rodillas y sobre sus manos. María, en medio de la violencia de su dolor, no vio ni soldados ni verdugos; no vio más que a su querido Hijo; se precipitó desde la puerta de la casa en medio de los soldados que maltrataban a Jesús, cayó de rodillas a su lado, y se abrazó a Él. Yo oí estas palabras: “¡Hijo mío!” – “¡Madre mía!”. Pero no sé si realmente fueron pronunciadas, o sólo en el pensamiento […].

Jim Caviezel, como Jesús, tentado por el diablo (20th Century Studios)

María y las santas mujeres van al Calvario

Se dirigieron todas juntas hacia el Gólgota. Subieron al Calvario por el lado occidental, por donde la subida es más cómoda. La Madre de Jesús, su sobrina María, hija de Cleofás, Salomé y Juan, se acercaron hasta el llano circular; Marta, María Helí, Verónica, Juana Chusa, Susana y María, madre de Marcos, se detuvieron a cierta distancia con Magdalena, que estaba como fuera de sí. Más lejos estaban otras siete, y algunas personas compasivas que establecían las comunicaciones de un grupo al otro. ¡Qué espectáculo para María el ver este sitio del suplicio, los clavos, los martillos, las cuerdas, la terrible cruz, los verdugos, empeñados en hacer los preparativos para la crucifixión!

Al pie de la cruz

Conté hasta treinta martillazos. Los gemidos de Jesús eran una continua oración, que contenía ciertos pasajes de los salmos que se estaban cumpliendo en aquellos momentos. Durante toda su larga Pasión el divino Redentor no ha cesado de orar. He oído y repetido con Él estos pasajes, y los recuerdo algunas veces al rezar los salmos; pero actualmente estoy tan abatida de dolor, que no puedo coordinarlos. […]

Las tinieblas aumentaban, y la cruz fue abandonada de todos, excepto de María y de los caros amigos del Salvador. […] María pedía interiormente que Jesús la dejara morir con Él. El Salvador la miró con una ternura inefable, y volviendo los ojos hacia Juan, dijo a María: “Mujer, este es tu hijo”. Después dijo a Juan: “Esta es tu Madre”. […] En tales visiones se perciben muchas cosas, y con gran claridad que no se hallan escritas en los Santos Evangelios. Entonces no parece extraño que Jesús, dirigiéndose a la Virgen, no la llame Madre mía, sino Mujer; porque aparece como la mujer por excelencia, que debe pisar la cabeza de la serpiente, sobre todo, en este momento en el que se cumple esta promesa por la muerte de su Hijo. También se comprende muy claramente que, dándola por Madre a Juan, la da por Madre a todos los que creen en su nombre y se hacen hijos de Dios.

La pasión de Cristo. La escena del Sermón del Monte (20th Century Fox)

Fuente: https://www.infobae.com/tag/policiales

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí