Corría el año 1943 y, en plena Segunda Guerra Mundial, el químico suizo Albert Hofmann realizaba investigaciones en un laboratorio de la farmacéutica Sandoz, en Basilea. El 16 de abril de ese año, decidió retomar una prueba que había abandonado cinco años antes, en 1938: la primera síntesis de la dietilamida del ácido lisérgico, conocida como LSD-25. Ese compuesto había sido desarrollado mientras buscaba crear nuevos fármacos derivados del cornezuelo del centeno, con posibles aplicaciones en el tratamiento de problemas circulatorios, hipertensión y afecciones respiratorias.
Ese día, impulsado por una intuición de que la sustancia podía tener propiedades aún no detectadas, Hofmann volvió a sintetizarla. Durante el proceso, por un descuido, absorbió una pequeña cantidad a través de la piel. Poco después comenzó a experimentar intensas alteraciones sensoriales: distorsiones de la visión, hipersensibilidad ante los estímulos y un estado mental profundamente modificado.
Este episodio sería luego considerado como el primer “viaje” con LSD documentado. Aunque la dosis absorbida de forma accidental fue mínima, el impacto sobre su percepción fue tan significativo que llevó a Hofmann a realizar una autoexperimentación deliberada días después. El 19 de abril de 1943, ingirió intencionalmente 250 microgramos de LSD-25, sin saber aún que esa cantidad constituía una dosis elevada. Debido a las restricciones de circulación impuestas por la Guerra, regresó a su casa en bicicleta acompañado por un asistente del laboratorio. En el trayecto, comenzó a experimentar los efectos psicodélicos como alteración del tiempo, intensos cambios emocionales y una sensación de despersonalización.
Desde entonces, la fecha es recordada como el “Día de la Bicicleta”, no solo por el viaje literal en bicicleta, sino como símbolo del primer viaje psicodélico intencional de la historia. Esta efeméride es celebrada por investigadores, artistas, terapeutas y entusiastas de la expansión de la conciencia.
Albert Hofmann realizaba investigaciones en un laboratorio de la farmacéutica Sandoz, en Basilea
Cómo fue “el viaje”
“Viernes 19 de abril de 1943: me vi forzado a interrumpir mi trabajo en el laboratorio a media tarde y dirigirme a casa, encontrándome afectado por una notable inquietud, combinada con cierto mareo. En casa me tumbé y me hundí en una condición de intoxicación no desagradable, caracterizada por una imaginación extremadamente estimulada. En un estado parecido al del sueño, con los ojos cerrados (encontraba la luz del día desagradablemente deslumbrante), percibí un flujo ininterrumpido de dibujos fantásticos, formas extraordinarias con intensos despliegues caleidoscópicos. Esta condición se desvaneció dos horas después”, describió Hofmann las sensaciones que tuvo.
Durante el trayecto en bicicleta de regreso a su casa, padeció intensas distorsiones sensoriales. Las relató: “Todo en mi campo visual ondulaba y estaba distorsionado como en una imagen vista a través de un espejo curvo. Aunque avanzaba rápidamente, tenía la sensación de estar inmóvil”.
Una vez en casa, su estado se tornó más angustiante. Según se lee en sus apuntes: “Estaba convencido de que un demonio me había invadido, que mi vecina era una bruja y que el mobiliario me amenazaba. Pensé que había enloquecido por completo”. Sin embargo, tras varias horas, el pánico dio paso a una sensación de bienestar: “Los colores y juegos de formas que veía con los ojos cerrados me resultaban ahora placenteros. Se trataba de imágenes fantásticas que surgían ante mí, alternándose unas tras otras, abriéndose y cerrándose en círculos y espirales para después explotar en fuentes de color, y comenzar de nuevo, en un flujo incesante”.
Lejos de tratarse de una simple anécdota, aquella primera experiencia deliberada del científico significó el inicio de una nueva etapa en la exploración científica de la conciencia humana. El poderoso efecto psicodélico de la sustancia despertó mucho interés en la comunidad científica, particularmente en los campos de la psiquiatría, la psicología y la neurociencia.
A lo largo de su carrera, escribió más de 100 artículos científicos y varios libros, entre ellos LSD: Mi hijo problemático, donde reflexionó sobre el potencial terapéutico y espiritual de estas sustancias (Reto Gisin/Keystone/Redux)
Durante las décadas de 1950 y 1960, el LSD fue objeto de cientos de estudios clínicos que lo vincularon con el tratamiento de diversas afecciones, como la depresión, la ansiedad y el alcoholismo. Tanto así que prestigiosas instituciones médicas de Estados Unidos y Europa realizaron ensayos controlados mientras figuras de la psiquiatría, como Stanislav Grof, profundizaron en sus efectos sobre el inconsciente, abriendo un debate sobre su potencial terapéutico.
Pero no quedó solamente en el plano de la ciencia sino que también comenzó a ser considerado como un fenómeno cultural, espiritual y contracultural que se expandiría en los años siguientes. La sustancia comenzó a influir en la música, el arte, la literatura y las filosofías alternativas, especialmente durante la contracultura de los años sesenta en Estados Unidos. Movimientos como el psicodelismo adoptaron al LSD como herramienta de expansión de la conciencia, lo que derivó en su uso recreativo masivo y en una creciente preocupación por parte de los gobiernos occidentales.
A mediados de la década de 1960, el LSD se popularizó fuera del ámbito clínico y comenzó a ser consumido masivamente en contextos recreativos, especialmente entre jóvenes vinculados a la contracultura en Estados Unidos. Figuras como Timothy Leary, exprofesor de Harvard y defensor del uso del LSD como herramienta de expansión mental, promovieron su utilización en contextos espirituales y políticos, lo que contribuyó a su asociación con movimientos estudiantiles, protestas contra la guerra de Vietnam y el rechazo a los valores tradicionales. Esta relación con la disidencia generó alarma en los gobiernos y sectores conservadores, que comenzaron a presionar por su prohibición.
Además del LSD, Hofmann aisló y nombró los compuestos psilocibina y psilocina, presentes en hongos psicodélicos
En 1965, Estados Unidos impuso las primeras restricciones al LSD, y en 1968 lo declaró ilegal para cualquier uso no médico. Dos años más tarde, en 1970, la sustancia fue incluida en la Lista I de la Ley de Sustancias Controladas (Controlled Substances Act), una categoría que agrupa a las drogas consideradas de alto potencial de abuso y sin valor terapéutico reconocido. La clasificación cerró el acceso a la investigación científica, y su prohibición fue replicada por numerosos países, marcando el fin de una etapa de exploraciones clínicas abiertas que había comenzado dos décadas antes.
No obstante, el debate sobre sus posibles beneficios terapéuticos fue retomado hace unos años dentro de una nueva ola de estudios sobre psicodélicos: investigaciones recientes en universidades como Johns Hopkins, Imperial College London y otras instituciones volvieron a analizar el uso del LSD, de la psilocibina y otras sustancias psicodélicas, en el tratamiento de la depresión resistente, la ansiedad existencial o el estrés postraumático. Estos estudios reabrieron líneas de investigación antes clausuradas, lo que sugiere que el legado de Albert Hofmann sigue vigente en la medicina contemporánea.
Después del LSD
Hofmann continuó su carrera en los laboratorios Sandoz, donde se especializó en el estudio de alcaloides naturales con propiedades psicoactivas. Durante las décadas siguientes, investigó las sustancias utilizadas en contextos rituales por los pueblos nativos de mexicas, zapotecas y mayas. En 1958 logró aislar por primera vez en un laboratorio la psilocibina, el principal componente activo de hongos alucinógenos empleados en ceremonias chamánicas. Ese mismo año desarrolló el primer método de síntesis artificial de esta sustancia, lo que permitió su uso controlado en estudios clínicos y farmacológicos.
Falleció en Suiza en 2008, a los 102 años
También lo hizo con otras plantas visionarias utilizadas en contextos tradicionales, entre ellas, investigó las semillas de Rivea corymbosa, conocidas en náhuatl como ololiuhqui, que eran empleadas en rituales por pueblos indígenas del centro y sur de México. Logró identificar su principio activo: la amida del ácido D-lisérgico (LSA), una sustancia estrechamente relacionada con el LSD en términos estructurales y farmacológicos. Estos hallazgos reforzaron su hipótesis de que las sustancias psicodélicas desempeñaban un rol central en las prácticas religiosas ancestrales y podían tener aplicaciones terapéuticas contemporáneas si se estudiaban con rigurosidad científica.
En sus últimos años de actividad científica, se interesó también por la planta Salvia divinorum, utilizada por los mazatecos en rituales visionarios. Aunque no logró aislar sus principios activos —las salvinorinas, descubiertas posteriormente—, sus investigaciones fueron pioneras en introducir esta planta al campo académico occidental. A lo largo de su carrera, Hofmann defendió el estudio riguroso y el uso responsable de las sustancias psicodélicas, insistiendo en su potencial para ampliar la comprensión de la mente humana.
Ya jubilado, en 1971, continuó escribiendo y participando en debates científicos y filosóficos sobre la conciencia. A lo largo de su carrera, escribió más de 100 textos científicos y varios libros, entre ellos LSD: Mi hijo problemático, en el cual reflexionó sobre el potencial terapéutico y espiritual de estas sustancias. Murió en Suiza en 2008, a los 102 años.