La creciente presión sobre los precios de los productos de consumo masivo y la caída en el consumo reflejan una tensión constante entre los supermercados y los fabricantes de alimentos en Argentina. Juan Vasco Martínez, director ejecutivo de la Asociación de Supermercados Unidos (ASU), expresó de manera clara y directa su postura ante las nuevas listas de precios que varias empresas productoras de alimentos intentaron imponer tras la reciente devaluación. La situación, que se da en un contexto de alta inflación y restricciones cambiarias, genera un escenario de negociación delicada.
El lunes anterior, los supermercados recibieron nuevas listas de precios con incrementos que oscilaban entre el 7% y el 9% en una serie de productos. Entre ellos se encontraban aceites, cereales y productos de limpieza, de compañías como Molinos Río de la Plata, Aceitera General Deheza, Bunge y Unilever. Estos aumentos fueron justificados por las empresas en función del alza del dólar oficial y de los costos de las materias primas, muchas de las cuales están dolarizadas. Sin embargo, Juan Vasco Martínez fue rotundo al expresar que los supermercados no estaban dispuestos a convalidar dichos aumentos.
En diálogo con Infobae en Vivo, Martínez afirmó que la caída en el consumo en los supermercados en marzo fue de un 7%, lo cual hizo aún más difícil aceptar las subas, dado el contexto de menor poder adquisitivo y demanda. En ese sentido, destacó que no existía ningún mercado ni consumidor que pudiera asumir los impactos de un aumento tan alto en estos productos esenciales.
“La verdad nos sorprendió que el día lunes, justo cuando comenzó a funcionar el nuevo esquema cambiario, las cuatro grandes aceiteras enviaron listas de aumentos del 9% en sus productos”, indicó Vasco Martínez, subrayando que, en un marco donde los consumidores estaban reduciendo sus compras, un aumento de esta magnitud resultaba difícil de justificar.
El director de ASU explicó que, en primer lugar, se trató de un tema de sostenibilidad del mercado. Los supermercados grandes ya rechazaron las nuevas listas con incrementos, y destacaron que las empresas debían justificar adecuadamente cualquier aumento. Según Martínez, esta no era una cuestión solo de los supermercados grandes, sino también de los comercios regionales y locales, que se unieron al rechazo de los incrementos.
En cuanto a las justificaciones que ofrecieron las empresas de alimentos, como los aumentos de los precios del aceite, Martínez fue claro al mencionar que, aunque el girasol, materia prima principal para el aceite, estaba dolarizado, los aumentos no debían ser tan altos. El impacto de la suba de estos productos no se podía trasladar de manera tan directa a los precios en los supermercados, teniendo en cuenta la caída en las ventas y las dificultades económicas que enfrenta el consumidor.
La marca propia y las alternativas económicas se consolidan como una opción cada vez más elegida por los consumidores ante la crisis económica, según Vasco Martínez
“Nosotros no estamos en condiciones de aceptar estos aumentos, principalmente porque el mercado no puede absorberlos”, señaló. Este rechazo no solo se limitó a los aceites, sino también a otros productos de consumo masivo, como cereales, harinas y productos de limpieza.
Uno de los puntos más álgidos que destacó Martínez fue el de los productos cuyo costo está estrechamente vinculado al dólar. Según el director de la Asociación de Supermercados Unidos, los productos cuyos costos superan el 80% de su valor en componentes dolarizados no podían ser objeto de subas tan significativas sin una justificación adecuada.
“El aceite, por ejemplo, tiene un 80% de su costo vinculado al precio del girasol, que es un insumo dolarizado. No podemos aceptar aumentos de esta magnitud cuando sabemos que el mercado está en caída”, apuntó Martínez, quien también hizo hincapié en que las empresas de consumo masivo no pueden imponer aumentos sin considerar el contexto de crisis económica y la alta inflación que afecta a los hogares argentinos.
El director de ASU también resaltó las nuevas tendencias en el comportamiento del consumidor. En medio de esta caída del consumo, los argentinos han comenzado a priorizar productos de marcas más económicas, en muchos casos optando por marcas propias de los supermercados. Este fenómeno, según Martínez, muestra una adaptación del consumidor que ya no ve a las marcas propias como una opción inferior en calidad, sino como una alternativa más accesible en términos de precio.
“Las marcas propias, que anteriormente tenían una mala imagen por parte del consumidor, hoy son una opción cada vez más elegida”, explicó Vasco Martínez. Además, agregó que productos básicos como harinas y aceites han sufrido menos variación en las compras debido a que el consumidor sigue priorizando la compra de estos productos esenciales, mientras que aquellos que no son estrictamente necesarios, como bebidas alcohólicas o gaseosas, han sufrido mayores caídas en ventas.
Por otro lado, la inflación interna y las fluctuaciones en el mercado cambiario han provocado una creciente disparidad entre los precios de los productos en el mercado local y los costos internacionales. En este contexto, la apertura de importaciones, junto con la desregulación de ciertos productos, generó un cambio en la dinámica de los precios en los supermercados. Aunque aún no tiene un impacto significativo, la presencia de productos importados en las góndolas ha empezado a marcar una diferencia en las elecciones del consumidor.
“El pan de molde importado de Brasil, por ejemplo, se vende a un precio más bajo que el de producción local, a pesar de que el trigo utilizado es argentino”, comentó Vasco Martínez, aludiendo a la competencia que generan los productos importados frente a los nacionales.
El panorama no es menos desafiante para los supermercados más pequeños o regionales. Aunque la mayoría de los grandes establecimientos se resisten a los aumentos, los comercios más chicos también enfrentan dificultades debido a la competencia de precios y la presión por mantener márgenes de ganancia razonables. Sin embargo, según Martínez, la estrategia debe ser no solo rechazar aumentos, sino también mejorar la fidelización del cliente, asegurando que los consumidores encuentren los mejores productos al precio más bajo posible.
“Nuestro objetivo no es solo vender, sino construir una relación de confianza con el cliente. Queremos que el consumidor piense que, en nuestros supermercados, siempre encontrará calidad y buenos precios”, enfatizó Martínez.
El rechazo de los supermercados a aceptar aumentos especulativos es solo una parte de la historia. En los próximos días, las negociaciones con los proveedores continuarán, buscando llegar a un acuerdo sobre el precio de los productos. No se esperan aumentos drásticos, pero las presiones tanto de las empresas productoras como de los consumidores seguirán influyendo en los próximos movimientos de los supermercados en Argentina.
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