Escuchar ese entusiasmo, esas ganas de seguir es sorprendente y parecería venir de una pareja de recién casados, pero no; Rufino León e Isabel “Niña” Rodríguez cumplieron 51 años de estar juntos, de alimentar cada día esa fuerza innata de los emprendedores que se cultiva con esfuerzo, disciplina, enfoque, estudio y con tantos otros aditamentos.
Padres de 5 hijos y abuelos de 5 nietos, heredaron el oficio de los papás de Niña, inmigrantes español y libanesa, una unión tan propia de los pioneros del norte argentino provenientes en los inicios del siglo XX de distintas partes del mundo, con idiomas, con culturas y cosmovisiones tan distintas, pero a quienes este norte agreste, difícil, sin prácticamente ningún servicio esencial, les ofrecía lo más valioso: paz y esperanzas infinitas.
Rufino y Niña se casaron y heredaron la esencia misma de aquella antigua panadería La Unión- vaya si el nombre que los pioneros eligieron no era felizmente premonitorio- que los padres de esa chica que también fue docente y empleada administrativa en el hospital Perón de Tartagal, instalaron en la avenida 20 de febrero, la primera y por muchos años única calle que tenía Tartagal. Rufino trabajaba con su suegro, pero a la vez era distribuidor de una antigua gaseosa, furor en las precarias góndolas de aquel entonces. Pero al tiempo ingresó a la estatal YPF, la empresa insigne que para el norteño era más que la salvación porque garantizaba una buena calidad de vida para su familia, casi un derecho de los hijos de heredar el puesto de sus padres y enormes ventajas laborales que casi no hacía falta más nada.
Pero a Rufino sí le hacía falta más porque la jornada laboral en YPF le sabía a poco; por eso cuando salía de su trabajo seguía con la panadería y así sus días tenías 14 o 16 horas de trabajo. Pero no se conformaba, como tampoco se conforma ahora con 82 años que planea con Niña, con lujo de detalles, un nuevo emprendimiento para el norte salteño.
“Cuando salía de mi trabajo en YPF ya me estaba esperando el reparto de pan” recuerda con una sonrisa. Y Niña agrega con un indisimulable dejo de orgullo por su esposo y compañero de toda la vida: “Y además estudiaba”. Y sí, Rufino estudiaba en esa antigua sede de la UNSa, en esas aulas ocupadas por personas adultas como él tanto como chicos recién egresados del secundario hasta que obtuvo su flamante título de químico y por su excelente rendimiento académico recibió medalla de oro. Todo le sirvió para sumarle conocimiento a lo que vendría después como emprendimientos familiares.
Los cambios
Ambos se jubilaron, le dedicaron unos años más a la panadería y cuando vieron que las cosas no iban cómo ellos querían, dieron un vuelco copernicano en su actividad y en la década del ´90, en pleno furor de una nueva actividad que venía para quedarse por mucho tiempo potenciada por la incursión de las empresas privadas dedicadas a la actividad petrolera, instalaron una remisería. Cuando aparecieron muchos otros generando competencia se volcaron a otro rubro tan disímil como los dos primeros con la instalación uno de los primeros “cyber” tan populares en aquellos años en que eran pocos los que podían adquirir un equipo de computación, pero muchos los que lo necesitaban. Y fiel a su impronta, cuando el negocio no anduvo más, se volcaron a otra actividad vendiendo jugos en máquinas, otra novedad de aquel momento.
7 años atrás Rufino, con el apoyo de sus hijos volvió con todas sus ganas y adaptado a las nuevas tendencias y con nuevas herramientas de marketing para hacer de su panadería, la mejor opción en Tartagal y localidades vecinas.
“Hay que adaptarse, a mí me cuesta el cambio y más que nada delegar porque yo quiero hacer todo y eso no es lo mejor ni lo más productivo; pero mis hijos son todo para mí y ellos son los que ahora me marcan el camino” explica este octogenario emprendedor, quien junto a su esposa están enfocados en el nuevo emprendimiento que comenzó como una idea y está a muy poco tiempo de ver la luz como un servicio que seguramente se volverá esencial para toda la región: “Una panadería con productos sin TACC; lo pensamos, le dimos forma, estamos comprando las máquinas y construyendo un sector totalmente independiente por este tema de la contaminación cruzada. Hay mucha gente que no puede consumir productos con TACC y si bien es cierto que los insumos son un poco más caros, tenemos que ofrecer productos que se adapten al bolsillo de todos y que las personas que tienen este inconveniente de salud, los puedan disfrutar como cualquiera que no tiene problemas de consumir un producto tradicional” explican ambos.
Un emprendimiento de esa naturaleza, requirió que estudien, investiguen, se asesoren, algo que en realidad no les cuesta demasiado porque está en su condición desde hacen más de 50 años, cuando no existían los capacitadores ni motivadores para quien pretende emprender una idea de negocio. “Tenemos que respetar a nuestros clientes, sea el rubro que sea, pero nosotros vendemos un producto noble como es el pan. Por eso usamos productos e insumos de primera línea y en el caso de la panadería sin TACC no podemos descuidarnos ni un milímetro porque la contaminación cruzada es algo peligroso para el celíaco sea un niño o sea un adulto”.
La fabricación de productos sin TACC implicaron para la familia León la puesta en marcha de un espacio físico totalmente independiente, la adquisición de maquinaria de uso exclusivo, otro personal con otro equipamiento que estará a cargo de la fabricación de los productos y para garantizar total seguridad “los productos saldrán envasados al vacío. En este lugar respetamos al cliente por eso no usamos bromato ni ningun producto que atente contra la salud de quienes confían en nosotros y con los productos sin TACC vamos a redoblar los esfuerzos porque nuestra gente lo merece” afirman con plena convicción esta pareja de tartagalenses quienes hoy teniendo como mano derecha a Guillermo , pero al resto de sus hijos como vigías atentos cuidándolos y asesorándolos, tienen la más plena convicción que cada día que amanece es una nueva y una gran oportunidad.
Un emprendimiento turístico en Acambuco.
Van por un nuevo proyecto y con otro desafío en sus vidas
“Hay que adaptarse, a mí me cuesta el cambio y más que nada delegar porque yo quiero hacer todo y eso no es lo mejor ni lo más productivo; pero mis hijos son todo para mí y ellos son los que ahora me marcan el camino” explica Rufino, este octogenario emprendedor, quien junto a su esposa están enfocados en el nuevo emprendimiento que comenzó como una idea y está a muy poco tiempo de ver la luz como un servicio que seguramente se volverá esencial para toda la región: “Una panadería con productos sin TACC; lo pensamos, le dimos forma, estamos comprando las máquinas y construyendo un sector totalmente independiente por este tema de la contaminación cruzada. Hay mucha gente que no puede consumir productos con TACC y si bien es cierto que los insumos son un poco más caros, tenemos que ofrecer productos que se adapten al bolsillo de todos y que las personas que tienen este inconveniente de salud, los puedan disfrutar como cualquiera que no tiene problemas de consumir un producto tradicional” explican ambos.