Ahora, ¿qué puede pasar?

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El gobierno instauró un nuevo régimen cambiario. Es una medida auspiciosa que debe ser puesta en contexto.

La principal razón del cambio de política es el proceso de deterioro sostenido de las reservas del Banco Central, a raíz de dos causas: i) errores políticos no forzados del gobierno (discurso en Davos, “Libra Gate” (incluyendo comisión investigadora), rechazo senatorial de candidatos a la Corte Suprema, disminución de la tasa de crawling peg; y ii) el efecto “Trump”.

El deterioro que provocaron es de doble orden: i) la inflación de marzo es de 3,7%, más cercana a 4% que a 2%; y ii) el riesgo país en zona de 1000 puntos básicos. Traducido: mayor costo de bienes y pérdida del poder adquisitivo, con impacto directo en el bolsillo en tiempo electoral; y mercado de créditos cancelado, con el FMI y organismos multilaterales como única fuente de financiamiento.

En ese contexto se reemplaza un esquema de tipo de cambio fijo (crawling peg) por otro de bandas. Es una modificación propicia para lidiar con un mundo convulsionado, que exige instrumentos cambiarios más flexibles.

El riesgo en el nuevo esquema se centra en la indexación del techo de la banda: es de 1.400 pesos por dólar, y se ajusta por 1%; con una inflación acelerada (3,7% en marzo) existe la posibilidad de que la banda se actualice a un ritmo menor que la inflación, obligando al BCRA a vender reservas (hay un compromiso de ciertos targets de reservas con el FMI).

La liberación parcial del cepo para compras de dólares por personas físicas e importación de bienes por empresas es alentadora. La eliminación del dólar blend es una medida esperada (se perdían cerca de U$S 1.200 millones por mes); en temporada alta de exportaciones y con un mundo desestabilizado, es posible que haya que aumentar la tasa de interés, con un efecto adverso en el déficit (por la deuda pública que habría que renovar a tasas más altas) y la limitación que produciría en el acceso al crédito privado.

No se pueden dejar de remarcar los efectos políticos de los cambios: la depreciación aumenta la inflación y disminuye el poder adquisitivo, el principal activo electoral del gobierno para las elecciones de mediano término. La primera elección en Santa Fe, seguida por CABA, marcarán un nuevo escenario electoral, con efectos en lo inmediato en las alianzas y en lo mediato en la conformación del Congreso, premonitorios de la segunda parte del gobierno.

Tampoco se pueden perder de vista los compromisos asumidos con el FMI, que dan indicios de la agenda legislativa que se viene, luego de varios traspiés en el Congreso, que incluyen el de la imposibilidad de hacer pie en la Corte Suprema, con lo que significa para un escenario de judicializaciones. Se centran en una modificación tributaria (deberán prestar especial atención las provincias y los municipios), un régimen de privatizaciones más acelerados y una mirada no tan auspiciosa de los beneficios que otorga el RIGI. Reformas laboral y previsional menos claras, que habrá que mirar con atención.

Claroscuros de la decisión de reemplazar un régimen cambiario exhausto. Los griegos hablaban de kairos para referir al momento más oportuno para actuar; timing, en inglés. Esperemos que sea el correcto, en un mundo menos prometedor en cuanto oportunidades y un ambiente político marcado por negligencias incomprensibles.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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