No es una escena sacada de una película animada ni un cartel de ecoturismo. Ocurrió en pleno centro salteño y a plena luz del día: un tucán -sí, ese pájaro de pico colorido que asociamos más con la selva tropical que con el cemento- decidió hacer una pausa en su vuelo y se posó sobre unos cables.
Pero lo curioso no fue solo su aparición en medio del asfalto. Lo verdaderamente llamativo fue su actitud: clavó la mirada en una ventana y se quedó ahí, estoico, como si estuviera espiando a sus vecinos humanos. La escena fue tan simpática que llamó la atención de los peatones que transitaban por el lugar (calle España). Algunos dicen que parecía un vigilante curioso; otros, que estaba haciendo un estudio exprés de qué pasaba del vidrio hacia adentro.
“Me lo crucé de casualidad. ¡El tucán no se movía! Estaba clavado mirando la ventana, como si esperara que alguien le ofreciera un matecito en un amanacer fresquito en Salta”, contó entre risas una vecina que logró registrar el momento.
El ave, de pico naranja brillante y plumaje oscuro con manchas blancas, se mantuvo unos minutos contemplando el interior del edificio. No se sabe si buscaba refugio, si estaba fascinado por la arquitectura urbana o si simplemente encontró un punto ideal para descansar y mirar qué onda con los humanos.
Los salteños no dudaron en fotografiar la visita del “Tucán Chismoso” o el “Inspector de Altura”, que despertó una ola de ternura entre quienes lo vieron.
Mientras tanto, nadie sabe de dónde vino ni a dónde fue después. Tal vez volvió a un lugar mucho más traquilo, lejos de los bocinazos, del ruido de la ciudad, o quizá tal vez está espiando otra ventana.