Viejos reclamos cobran actualidad: la ruta nacional 51 y el Ramal C-14

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Hay quienes dicen que antes que los romanos, maestros en el arte de conducir el agua, los griegos ya sabían que “lo que el agua da, el agua quita”. Y no son pocos los que atribuyen a los egipcios idénticos conocimientos sobre el manejo de este líquido necesario para la vida -al menos en el mundo terrenal- sin que sea un “elemento” de la naturaleza, como enseñaba el profesor de química del Colegio Nacional, doctor René Cornejo.

Hay quienes dicen que antes que los romanos, maestros en el arte de conducir el agua, los griegos ya sabían que “lo que el agua da, el agua quita”. Y no son pocos los que atribuyen a los egipcios idénticos conocimientos sobre el manejo de este líquido necesario para la vida -al menos en el mundo terrenal- sin que sea un “elemento” de la naturaleza, como enseñaba el profesor de química del Colegio Nacional, doctor René Cornejo.

Como sea, egipcios, griegos, romanos, mayas, incas y diaguitas, sabían al dedillo que este principio que hoy nos llega como un simple refrán, tenía y tiene plena vigencia: “lo que el agua da, el agua quita” o “lo que el agua trae el agua se lo lleva”.

Los únicos que pareciera ser no estuvieron al tanto de estos conocimientos son quienes vienen proyectando y construyendo desde hace décadas, distintas trazas de la RN51 sobre las playas que el río Toro tienen en la quebrada. Y más aun, llegaron a construir el camino entre las dos columnas del viaducto en su cabecera norte, como si el Toro nunca más fuera volver a correr por esa parte de su lecho natural y milenario.

Y aunque parezca increíble, este año, el río Toro volvió a correr por esa margen como hacía mucho no lo hacía. Y claro, vino a reclamar lo suyo, su playa, esa donde el hombre en estos últimos quince años construyó un camino nuevo, amplio, pavimentado y sin tantas sinuosidades, pero sobre tierra ajena. Y así fue que este verano, ese río rojo y bravo de nuestros estíos regresó para llevarse con sus crecientes, ranchos, animales, sembradíos y una ruta que costó millones.

Otras veces

Para no irnos más lejos, en los últimos cincuenta años, en varias oportunidades las intensas lluvias caídas en nuestra zona cordillerana, causaron graves perjuicios tanto en la RN51 como en el ramal ferroviario C-14. Pasó en 1975, cuando una de las crecientes, más precisamente la del 31 de enero, aisló por 25 días a San Antonio de los Cobres.

A consecuencia de aquellas lluvias, un tren procedente de Antofagasta, con 300 pasajeros, quedó bloqueado por más de una semana al haberse taponado con barro y piedras el túnel N° 9, a 70 kilómetros de San Antonio, justamente en uno de los rulos.

Y así, por las correntadas que bajaban de las quebradas, el deslizamiento de los cerros, los derrumbes sobre el camino y el terraplén, además de la crecida del Toro, se cortaron en forma simultánea las redes ferroviaria y caminera. Las fotografías de aquel desastre, por demás elocuentes, muestran cómo las aguas del Toro avanzaron sobre la playa donde justamente años después, aproximadamente en 2010, se proyectó y construyó la nueva traza de la RN51, hoy carcomida por el río en varios tramos. Y aguas abajo, más precisamente el 11 de febrero de ese año (1975), el Toro inundó las fincas El Vallenal, Cámara, San Bernardo y El Juncal, luego de destrozar largas defensas de piedra encastrada y ripio, de cuatro metros de alto por seis de ancho. Y por supuesto, inundó Rosario de Lerma, llevándose el automóvil de un médico.

Ferroviarios

En aquel verano del 75, varias cuadrillas de Vía y Obras del ferrocarril trabajaron intensamente con topadoras en el Ramal C-14, desde el Alisal al norte. Procuraban librar los rieles que habían quedado tapados. Según la información suministrada por esos días, los mayores inconvenientes férreos estaban centrados entre las estaciones Diego de Almagro y Mesetas, trayecto donde estaba inutilizado por taponamiento. Pese a ello, los ferroviarios lograron que el 27 de febrero, a casi un mes de su obturación, fuera rehabilitado. Ese día pudo circular con destino a Socompa un tren de pasajeros y otro de carga con 16 vagones con ripio para consolidar los terraplenes también afectados por las lluvias, en Salar de Pocitos. Y viceversa pasó procedente de Antofagasta un tren con un contingente de 200 turistas chilenos.

La ruta nacional 51 tapada, también en febrero de 1975.

En simultáneo con los trabajos ferroviarios, también Vialidad Nacional, que por entonces tenía su campamento cerca de El Alisal, trabajaba con sus cuadrillas, topadoras y motoniveladoras para librar al tránsito de la RN51. El camino presentaba innumerables cortes por los desbordes de arroyos, acequias y las toneladas de piedras que habían rodado desde la alta montaña. Pero los mayores daños -observaban los técnicos de entonces- se habían producido donde el camino corría cerca de la playa del río. Según Vialidad, reparar esos perjuicios le llevaría por lo menos un mes de intenso trabajo.

Estaba claro entonces, que la construcción de una nueva traza de la RN51 debía concretarse lo más lejos posible del cauce del río Toro o mejorar el camino de altura. Sin embargo, décadas después se cometió el mismo error y las consecuencias están a la vista. Hoy no tenemos tren, la RN51 está muy deteriorada y transportar las riquezas minerales desde la cordillera es cada vez más difícil.

Los reclamos por mejoras de estas dos vías de comunicación con el norte de Chile son de larga data. Cuando en febrero de 1975, ocurrieron las inundaciones que detallamos, el gobierno nacional por esos días había dispuesto la pavimentación de dos caminos importantes que pasan por nuestra provincia: RN34 y RN81. A consecuencia de ello, el 5 febrero, El Tribuno elogió ambas disposiciones pero agregó: “La pavimentación de estas vías (34 y 81) será un paso fundamental para la expansión de la economía en el territorio de la provincia de Salta. Ayudarán a la colonización del Chaco Salteño y la incorporación definitiva del aborigen a la vida productiva. Facilitarán el intercambio comercial con Formosa, Chaco y otras provincias del litoral o Región NEA, incluso la comunicación terrestre con Paraguay y Brasil. Sin embargo, la utilización óptima de estas rutas, acentuará una falencia en la infraestructura vial de Salta. Porque el intercambio comercial no será solo con nuestra provincia, sino también con países vecinos como Bolivia y Chile. Fundamentalmente, servirán para incrementar el comercio hacia y desde el Norte de Chile, tanto para ese país como por la salida al Pacífico, por el puerto de Antofagasta. Porque con las vías ferroviarias y camineras adecuadas será posible unir en forma expedita las costas del Pacífico y el Atlántico. Y de esta forma Salta se transformaría en un centro de integración de lo que se denomina “Area del Trópico de Capricornio” (Norte argentino y chileno, sur y suroeste boliviano y paraguayo). Toda esta región requiere de óptimas condiciones de las RN51 y del Ramal C-14, pero lamentablemente ha bastado cierta intensidad en un período habitualmente lluvioso para interrumpir el ramal a Socompa y el camino a Huaytiquina. Interrupción que ya dura varios días y sin fecha prevista de habilitación, con los siguientes problemas económicos, además del drama humanitario que ha desatado para 300 pasajeros del tren procedente de Chile y detenido en San Antonio de los Cobres. Así las cosas, la terminación de las rutas nacionales 34 y 81 serviría sólo a medias a las importantes proyecciones económicas previsibles para la provincia si antes no se da una solución integral y definitiva al problema vial de Salta, con el arreglo total de la RN51 y del Ramal C-14″.

Como vemos, han transcurrido cincuenta años y de nuevo debemos señalar, lamentablemente, que las proyecciones económicas ligadas a la explotación de minerales en Los Andes, servirán solo a medias si antes Nación y Provincia no encaran en forma definitiva el arreglo total de la RN51 y el Ramal C-14.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales