La violencia en Gaza, una herida que será muy difícil cicatrizar

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El alto el fuego entre Israel y Hamas no llega a dar un respiro a uno de los conflictos bélicos más importantes de esta década con epicentro en Medio Oriente. Se trata de una guerra entre las organizaciones terroristas que sirven de fuerzas de choque a Irán, Hamas y Hezbollah, y el Estado israelí. Una guerra con derivaciones impredecibles, desencadenada el 7 de octubre de 2023, con el ataque a una aldea cercana a la frontera de Gaza, en territorio israelí, por grupos comando que irrumpieron en un Festival de la Paz y violaron, torturaron, decapitaron, quemaron, secuestraron y asesinaron niños, jóvenes, adultos, invocando como una razón la condición de judíos de las víctimas. En total, 1200 muertos y 253 secuestrados, en la peor masacre antisemita desde el Holocausto.

El alto el fuego entre Israel y Hamas no llega a dar un respiro a uno de los conflictos bélicos más importantes de esta década con epicentro en Medio Oriente. Se trata de una guerra entre las organizaciones terroristas que sirven de fuerzas de choque a Irán, Hamas y Hezbollah, y el Estado israelí. Una guerra con derivaciones impredecibles, desencadenada el 7 de octubre de 2023, con el ataque a una aldea cercana a la frontera de Gaza, en territorio israelí, por grupos comando que irrumpieron en un Festival de la Paz y violaron, torturaron, decapitaron, quemaron, secuestraron y asesinaron niños, jóvenes, adultos, invocando como una razón la condición de judíos de las víctimas. En total, 1200 muertos y 253 secuestrados, en la peor masacre antisemita desde el Holocausto.

Fue un exhibicionismo de sangre y muerte, con la difusión de fotos y videos para celebrar lo que sentían como una victoria. Una provocación de magnitud calculada para desencadenar la guerra.

La estrategia incluyó la mimetización de los líderes terroristas con la población palestina de Gaza, que hizo las veces de escudo humano frente al poderío bélico de Israel. Los terroristas se negaron a dejar en libertad a los rehenes secuestrados, los que hubiera descomprimido la crisis militar. Los bombardeos israelíes provocaron un número oficialmente no definido de víctimas palestinas entre terroristas y civiles. Hamas denuncia que son cerca de 50.000, dato que no fue corroborado por ningún organismo internacional.

A lo largo de quince meses, en los que Irán no ocultó su intención de terminar con el Estado de Israel, al que identifica con los EEUU y con Occidente, el conflicto se extendió al sur del Líbano y al mismo territorio iraní. Esto produjo la casi aniquilación de las principales estructuras del terrorismo chiíta y el debilitamiento de Irán. Este país, además, sufrió un grave golpe con la caída de su aliado Bashar al Assad y la instalación en el poder de un sector opositor encabezado por grupos residuales de Al Qaeda, cercano al presidente de Turquía, Recep Erdogan.

La guerra siempre se cobra su precio en vidas humanas, civiles y militares. La población palestina de Gaza lleva quince meses de emergencia humanitaria, con la mitad de los habitantes que debió dejar su hogar y desplazarse a otra región de su país, sin satisfacer sus necesidades elementales en materia de alimento y asistencia sanitaria. Cuando van regresando a sus pueblos, además, encuentran tierra arrasada.

La especulación política también utiliza la guerra como un instrumento. Para el régimen iraní, este conflicto fue muy importante para frenar un acercamiento de Israel con Arabia Saudita y otros países de la región, que encuentran en el expansionismo subterráneo de Teherán un peligro común.

La lentitud y los obstáculos en la liberación de los rehenes israelíes en manos de Hamas, y de los prisioneros acusados de terrorismo en cárceles israelíes evidencian la falta de confianza mutua y el peso de los sectores más radicalizados, tanto de las organizaciones chiitas como del gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu.

Ninguna guerra resuelve nada. El enfrentamiento entre israelíes y palestinos es milenario. El reconocimiento del territorio de Israel en 1917, ya en las postrimerías del Imperio Otomano, y luego, a partir de 1946, cuando se convirtió en una patria segura luego de Holocausto, profundizó el conflicto. Hoy, generaciones enteras crecen con la memoria, propia o heredada, de guerras y violencias ajenas.

Por eso es imprescindible una paz duradera, donde se reconozcan clara y universalmente los límites de Israel y Palestina y los derechos de ambas naciones.

En estos días, las fobias a los inmigrantes y los racimos de diversa índole afloran violentamente incluso en las democracias occidentales.

Los fanatismos y la discriminación envenenan a los gobiernos y amenazan, nuevamente, la paz de los pueblos.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales