En su discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, aseguró que este es el “único camino para romper las cadenas de odio y venganza que aprisionan” y para desactivar las “bombas del egoísmo, del orgullo y de la soberbia humana”. Además, abogó por “una diplomacia de la esperanza” para “barrer las densas nubes de la guerra con un renovado viento de paz”.
Luego, en relación a las instituciones multilaterales, afirmó que “ya no parecen ser capaces de garantizar la paz y la estabilidad”, y destacó la incapacidad para afrontar los desafíos actuales como los problemas ambientales y la inteligencia artificial.
En cuanto a la situación de Ucrania, pidió un esfuerzo internacional para poner fin a la guerra que “desde hace casi tres años baña de sangre” al país, y renovó su llamado “a un alto el fuego y a la liberación de los rehenes israelíes en Gaza”, pidiendo además que la población palestina reciba la ayuda necesaria.
Y en cuanto a la migración, advirtió que las personas en movimiento siguen siendo vistas como un problema a gestionar, en lugar de una fuente de crecimiento. Finalmente, reiteró su llamado a la abolición de la pena de muerte en todas las naciones y pidió a las naciones más ricas que condonen las deudas de los países más pobres, refiriéndose a la “deuda ecológica” que existe entre el norte y el sur.