Miedo al Miedo

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“Cuando, una mañana, Gregor Samsa se despertó de unos sueños agitados, se encontró en su cama transformado en un bicho monstruoso”. Así comienza “La metamorfosis”, una de las novelas más reconocidas, más angustiantes y menos leídas de la literatura mundial; escrita en 1915 por Franz Kafka. Por supuesto que nuestros miedos son anteriores a “La metamorfosis”; anteriores al propio Kafka. Son miedos que se encuentran agazapados en nuestro inconsciente más profundo; como todo miedo recóndito. De una manera u otra, todos convivimos con miedos; algunos más fuertes que otros. Algunos -como Franz Kafka-, tenemos miedo a despertarnos convertidos en monstruosos insectos.

“Cuando, una mañana, Gregor Samsa se despertó de unos sueños agitados, se encontró en su cama transformado en un bicho monstruoso”. Así comienza “La metamorfosis”, una de las novelas más reconocidas, más angustiantes y menos leídas de la literatura mundial; escrita en 1915 por Franz Kafka. Por supuesto que nuestros miedos son anteriores a “La metamorfosis”; anteriores al propio Kafka. Son miedos que se encuentran agazapados en nuestro inconsciente más profundo; como todo miedo recóndito. De una manera u otra, todos convivimos con miedos; algunos más fuertes que otros. Algunos -como Franz Kafka-, tenemos miedo a despertarnos convertidos en monstruosos insectos.

En otro relato fantástico, “El desdichado”, Kafka nos sumerge en otro terror: el miedo al miedo. En el relato, el personaje se enfrenta con su miedo; la aparición de fantasmas. Por fin, frente a un fantasma, este lo anima diciéndole que ahora debería sentir menos miedo: “Ya no tendría por qué sentir miedo cuando algún fantasma vaya de verdad a visitarlo”. El personaje retruca: “Sí, pero éste es el miedo secundario. El verdadero miedo es el miedo al origen de la aparición. Y este miedo queda. Aún lo siento muy fuerte dentro de mí”. Dos fuerzas guían nuestra vida: lo que ocurre de verdad; y el miedo a lo que podría llegar a ocurrir. Jamás sabemos cuál de las dos fuerzas es la más briosa.

Confieso que tengo miedo. Siento que nos estamos convirtiendo en monstruosos insectos. Estamos deshilachando la sociedad; abandonando la noción de bien común; renunciando a la idea de una vida civilizada en sociedad. La violencia institucional; las declaraciones agresivas de políticos y de funcionarios de todo nivel y de toda arquería política; las bravuconadas y los malos modales; los gritos y los insultos; la violencia callejera; todo conforma un panorama sombrío que erosiona y desgasta la posibilidad de una vida sana en sociedad. Lo ocurrido en el Teatro Broadway lo confirma más allá de toda duda. El cronista Matías Moreno, presente en esa sala donde también se encontraba Santiago Caputo, narró así el momento: “Uno de los máximos referentes libertarios dijo: ‘El que se mueve es gay’. Apenas termina la frase, las cámaras enfocan al público con un paneo. Todos sobreactúan una postura rígida. No vuela una mosca en el ambiente. Daniel Parisini y sus secuaces monitorean desde el escenario las expresiones. Ante el mínimo suspiro de un joven, el Gordo Dan echa una mirada enfática y se exaspera. Señala con el dedo índice a ese plateista: ‘íSe movió! íPuto, puto, puto!’, grita. Y los fans aplauden a rabiar”. La crisálida se torna insecto; no mariposa. “No hay lugar para quienes reclaman consenso, formas y buenos modales. Las formas son los medios, se las evalúa según su efectividad para alcanzar determinados fines. Y hoy someternos a la exigencia de las formas es levantar una bandera blanca frente a un enemigo inclemente. El fuego se combate con el fuego, y si nos acusan de violentos les recuerdo que nosotros somos la reacción a cien años de atropellos”; dijo Milei poco tiempo atrás. Quizás, ya estemos en camino de despertarnos convertidos en un “monstruoso insecto”.

“Pero ¿qué ocurriría si toda la tranquilidad, todo el bienestar, toda la satisfacción, llegase a un terrible final?”, se preguntó Gregorio Samsa. Me pregunto lo mismo. Tengo miedo de que esta fantasía libertaria acabe de repente. Puede pasar; lo sabemos. La falta de un plan que vaya más allá de la estabilización macroeconómica y la espera por esa “lluvia de inversiones” que siempre termina eludiéndonos; comienzan a preocupar. Basta leer “Diario de una temporada en el quinto piso” de Juan Carlos Torre para comprender cuán frágil es el equilibrio inestable en el que vive Argentina de manera permanente. Y todos conocemos las espantosas consecuencias económicas, políticas -y sobre todo sociales-, que otro fracaso podría significar. Así, me da miedo pensar que al gobierno le pueda ir mal. Tampoco quiero que vuelva nada de todo lo que hoy ya no está. No porque lo hayamos superado sino porque, hoy por hoy -como un cáncer luego de una quimioterapia exitosa-, parece estar en estado de remisión.

Pero, así como tengo pánico a que el gobierno le vaya mal, ese es el miedo secundario; el miedo original es que a este gobierno le vaya bien. Que termine de probar que somos una sociedad dispuesta a tolerarlo todo con tal de bajar la inflación y que unos tomen revancha sobre otros. Que nos convirtamos en un país que demuestra que el fuego se combate con fuego y que el fin justifica los medios. Que nos quedemos en la superficie de un plan de estabilización dejando de lado cualquier plan de crecimiento y de desarrollo. Y que, tanta complacencia ante un gobierno así derive hacia una autocracia bukeliana; un brutalismo atroz que use como ariete de proa un éxito económico superficial. “No olvidaba recordar de vez en cuando que reflexionar serena, muy serenamente, es mejor que tomar decisiones desesperadas”. Kafka otra vez. Quizás este sea el momento exacto para reflexiones mucho más serenas y apocadas y para muchas menos decisiones desesperadas y gritos destemplados; antes de despertar del todo convertidos en un bichomonstruoso. No sé. Quizás.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales