La matemática te saca del hambre, no literalmente, sino en una forma impropia, no planificada, todo es matemática y en su dinámica, es filosófica. Tengo amigos, matemáticos, que la usan instintivamente y se insertaron en la sociedad en un nivel cómodo y trascendente, sin pensar en matemática, aunque viven frustrados individualmente, porque no razonan que su misma filosofía matemática es la que los retiene en el statu quo que los tiene cómodos pero insatisfechos, quizás, inconscientemente, saben que pueden cambiar las condiciones sociales que los incomodan, pero no pueden proyectar cuanto perderán o ganarán en ello, sin perder o mejorar lo que lograron, zona de confort.
Esta sociedad, económica financiera, tiene límites en sus expectativas, la regla subliminal impuesta son veinte años, el régimen social económico nos limita a esa ventana temporal, y por debilidad reflexiva la usamos para gozar de placeres momentáneos, cuestionando y justificando proyecciones fuera de la ventana. El mayor oscurantismo, en nuestro punto ciego, son los estigmas heredados, variables y constantes y en nuestras apreciaciones de vida que no son exactas o están erradas:
* ¿Todos los recursos son limitados?
* ¿En referencia a qué son las limitaciones?
* ¿Una sociedad sin dinero es posible?
Esta última pregunta es reciproca con la primera y la misma humanidad la respondió recientemente, aunque no la ve, ni la acepta. Los dominadores usan proyecciones a doscientos años o más, porque siguen la política económica, imperial, de conquista, de los antiguos conquistadores, solamente que, aplicada con un control indirecto y preciso, a la cultura y economía particular de cada región, anteriormente con aturdimiento publicitario educativo, hoy en forma digital, más acelerado. La mentalidad argentina se transparenta y refleja en cada gobierno que se elige. No sabemos, los argentinos, la diferencia entre la administración de una república y la de un negocio comercial o industria, y eso se evidencia en todas las discusiones entre “expertos” mediáticos y, los ciudadanos comunes, en redes sociales, familiares o sitios comunes de reunión. Es evidente que muchos van a decir: “algo de eso estudiamos en la universidad” pero evidentemente no fue primordial; y debería serlo, pero la orientación económica y cultural del país, es atender lo inmediato, en un plazo no mayor a 10 o 15 años, por lo que el estudio de sociologías políticas, con una ventana temporal de 200 años resultan aburridas e imprácticas, sin percatarnos que nuestro mismo entorno nos mantiene prisioneros de la inmediatez.
Por eso cuando elegimos a nuestros representantes, ellos reflejan el límite de nuestro conocimiento, tanto que, al mismo tiempo significa desligarnos del peso de la responsabilidad de tomar decisiones, con una democracia “no participativa” que nos mantenga en nuestra zona de confort, con poco sufrimiento. Nunca el manejo económico de una república se puede comparar con cualquier empresa; las fórmulas económicas empresariales y financieras no son funcionales a la economía republicana o confederal, aunque nos confundan con que sí. ¿Alguna vez tuvimos un idóneo en política económica republicana en algún gobierno?
Hay un sesgo de inmadurez e ignorancia en todos los argentinos, ignorancia en el sentido de no conocer qué, lo que nos lleva a la soberbia de prejuzgar todo desde el poco conocimiento, y exaltar a quien escriba como nosotros pensamos, reforzando nuestra ignorancia, para hacernos sentir mejor. Cualquier relato de situación folclórica argentina, fútbol, amigos, infancia sufrida de los 70 u 80, que fortifique nuestros hábitos caprichosos, los justificaremos, llorando, riendo y aplaudiéndolos, tal cual nos identificamos con la ignorancia de un manejo económico de la república, y justificamos con aplausos y vítores el insulto al mal manejo de lo que nosotros delegamos en gente no idónea. Por eso los argentinos somos una dinastía corta que se revuelca en sus estigmas, como los animales se revuelcan en los cueros podridos para que no puedan olerlos los otros y pasar desapercibidos, algo instintivo e irresistible, inevitable, gozoso. Algo que los antropólogos de la Real Academia de Ciencias, lo saben, lo estudian en sus cátedras, y prefieren no divulgarlo, por el principio de Kant, de la revelación de conceptos.
Nadie leyó a Silvio Gesell, o Mariano Antonio Fragueiro, para orientar o adaptar los modelos económicos; imposible si tenemos como libro de inicio de cátedra económica a Milton Friedman, con la principal aberración “que los recursos son limitados” cuando en la era de la IA, robótica, tenemos generación de electricidad a miles de años, a costo cero, algo indiscutible pero abyecto para cualquier ciudadano que sea dependiente de la economía financiera. ¿Qué aplaudimos en una obra de teatro, cine, serie, o espectáculo? ¿que nos muestra lo desnudos que estamos? ¿que refleja nuestras miserias? Algo en la escena nos da el placer o goce, fetichista, que otros comparten nuestros paradigmas, y esto nos justifica, inconscientemente, a vivir pagando el lujo de la dependencia, en una ciudad mediocre y decadente, que siempre deberá ser mantenida para soportar al límite su contaminación ambiental, o aplaudimos que resalta nuestros estigmas que son parte de nuestra zona de confort, y queremos gozarlo ahora porque vimos que el otro lo gozaba. La incomprendida Ilíada de Homero, o “El caballero de la armadura oxidada” de Fisher, nadie que se diga ciudadano aplica sus metáforas; al contrario, viven sus controversias. En reciprocidad con estas obras están los ensayos económicos actuales para lograr la total independencia económica, porque van en contra de las exigencias del mercado consumista, obsolescente y programado. Entonces ya no deberíamos decir “economía comunista” sino “economía consumista”.
La mayor apuesta del mercado está en la mente conformista, porque puede sacrificar lo que sea para gozar de lo que vio y mantener su confort a costa de lo que sea. El fetichismo cotiza en este mercado, porque distrae de la mediocridad y oculta las dependencias. ¿Qué pueden hacer los Eloi contra los Morlocks? (*) Civilizaciones castizas de miles de años contra organizaciones sociales de apenas 200 años. ¿Y nos llamamos Sapiens-Sapiens?
(*) Los Eloi son una de las dos especies ficticias de posthumanos, junto con los Morlocks , en la novela de HG Wells de 1895, “La máquina del tiempo”