Pioneros coloniales de la producción rural de Salta

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En el año del Señor de 1555 nacía en Valladolid Hernando Arias Velázquez, hijo de Francisco Arias, capitán de las guerras de Italia y de Marina de Velázquez.

En el año del Señor de 1555 nacía en Valladolid Hernando Arias Velázquez, hijo de Francisco Arias, capitán de las guerras de Italia y de Marina de Velázquez.

Como muchos hombres jóvenes de la época, Hernando se sentía atraído por las nuevas tierras descubiertas en el territorio americano, y se dejó seducir por la posibilidad de arrojarse a tentadoras aventuras en el Nuevo Continente. Con el anhelo de surcar el océano, internarse por selvas, escalar montañas, caminar por llanuras y desafiar al desierto, se embarcó rumbo a América.

Cuando arribó, gobernaba el Virreinato del Perú el virrey Francisco Álvarez de Toledo, quien estaba interesado en mantener la comunicación entre el Perú y el Río de la Plata y en proteger los caminos desde esas ciudades a Paraguay, Tucumán y Chile. Había proyectado fundar ciudades en lugares estratégicos. Así, esta medida permitía el flujo de hombres y mercancías en toda la región y se aseguraba dichas rutas de los ataques indígenas.

De tal suerte, para resistir los ataques de los chiriguanos y de los diaguitas de Calchaquí, se fundaron Salta y Jujuy.

La fundación de Salta

Francisco de Toledo en 1578, había calificado de: “Provincias desbaratadas y mal asentadas” a las del Paraguay, Tucumán y Santa Cruz de la Sierra”. A pesar de este diagnóstico tan poco afortunado, Hernando se trasladó a la región del Tucumán y llegó al valle de Salta en tiempos de la fundación de la ciudad.

Entre los propósitos para fundar la ciudad podemos mencionar: en primer término, poblar, la necesidad que los naturales vivan en policía (orden), tengan doctrina y conocimiento de la palabra del Santo Evangelio, de la Santa Fe Católica y reciban el Santo Bautismo y Sacramentos, terminar con los robos, muertes y daños que los naturales ocasionaban a los contingentes de españoles y a sus poblados con grave daño a la gobernación. Otros motivos eran: “para que vaya en escolta y guarda de las mercaderías de la tierra que pasan al Perú, que es de mucha carga y molestia para los vecinos de estas provincias, que acostumbran salir y salen con ellas, para asegurar los pasos, además de la perdición de los naturales que están de paz y servidumbre, …, porque no se puede tratar, ni contratar libremente, de estas provincias con las del Perú”. Concluye la exposición con “todo cesa y repara, con esta población”, refiriendo a la fundación de Salta.

Nace así la ciudad de Lerma en el valle de Salta, como centro de conexión entre Lima y la línea de fundaciones que se había proyectado en la geopolítica pergeñada por Toledo.

Y hacia este nuevo paraje se dirige Hernando Arias Velázquez, para participar de aquella gesta fundacional y avecinarse en la novel ciudad. Como era uno de los primeros pobladores del lugar, le pidió al gobernador Hernando de Lerma que le otorgara mercedes de tierras. Esto le permitiría acceder a los recursos necesarios para asegurar su subsistencia.

Los primeros tiempos

En aquellos remotos días la Corona otorgaba tierras en concesión a los primeros pobladores para que pudieran acceder a la formación de una base económica. Además, estableció la encomienda que posibilitaba la puesta en marcha de los primeros emprendimientos agrícolas y ganaderos, necesarios para el desarrollo de las primeras ciudades. La ausencia de riquezas minerales devino en que las tierras tuvieran un precio bajo.

Un relato nos aproxima a la realidad de estos territorios, en un muy precioso documento de la época, y de encumbrado personaje, lo describe con el título de “Relación de las provincias de Tucumán que dio Pedro Sotelo de Narváez, vecino de aquellas provincias, al muy ilustre licenciado Cepeda, presidente desta Real Audiencia de la Plata”. Es de fines de 1582 o principios de 1583, contemporáneo al establecimiento de Hernando Arias Velázquez en la nueva ciudad.

Con respecto a la ciudad de Lerma, Sotelo de Narváez refiere: “habrá ocho meses que se pobló, no tiene pobladores, porque los que sustentan hasta agora son vecinos de las demás ciudades … No tiene indios, porque hasta mil y quinientos que puede tener es gente de poco asiento, los más de indios de guerra, gente sin asiento y que siembra muy poco”.

Las chacras de Arias

Este panorama tan sombrío sería de a poco revertido gracias al trabajo de los primeros pobladores, entre los que se destacó Hernando Arias Velázquez.

Al poco tiempo de fundada la ciudad de Salta, el 11 de junio, el gobernador Hernando de Lerma le concedió dos chacras. Atilio Cornejo en su obra: “La Propiedad Inmobiliaria de Salta en Época Virreinal”, expresa: “Sabemos que poseyó una estancia denominada La Lagunilla, la que se extendía desde el camino real de Esteco hasta el río de Siancas”.

El 11 de noviembre de 1586, obtuvo, por otra merced, una estancia en la quebrada de Los Papagayos, a diez kilómetros de la ciudad de Salta. El antes citado historiador hace referencia en su libro: “Contribución a la historia del derecho de aguas de Salta”, expresando que la merced se concede en razón de ser “persona que asiste y ha asistido en esta ciudad y sustento de ellas con sus armas y caballo”.

Enseguida, el 20 de diciembre, elevó una solicitud para poner un molino de trigo y para que se haga merced del agua del manantial grande. De esta manera, Hernando revelaba un temprano espíritu empresarial, ya que la molienda se orientaba tanto al consumo familiar como al abastecimiento del resto de los pobladores.

Las principales labores de sus estancias estuvieron destinadas a la siembra de trigo y maíz: cría de ganado mayor- vacunos y equinos- y de ganado menor – cabras, ovejas, puercos y aves de corral. Nacía así una tradición familiar de contribuir a la economía local y regional.

En 1603, fue nombrado teniente gobernador de la ciudad de Salta, en representación del gobernador de Tucumán, el capitán Francisco de Barrasa y Cárdenas. Además, fue encomendero en primera vida de indios atapsis, chicoanas y payogastas, lo que implicaba que debía enseñarles la doctrina cristiana, defenderlos y ayudarlos a multiplicar sus bienes.

Linaje fundacional

Su hijo Francisco, nació en 1590, heredó de su padre la vocación por las labores agrícolas y ganaderas. Esta atracción por el mundo agropecuario lo impulsó a trabajar en los campos de la familia. Además, adquirió una estancia en el Valle Calchaquí, donde cultivó sementeras y se dedicó a la cría de ganado. En un pedazo de tierra que poseía sobre la acequia de la ciudad, construyó un molino para granos.

Francisco, combinó la actividad productiva rural con los cargos públicos que le fueron ofrecidos. Se desempeñó como alcalde ordinario entre los años 1653 y 1654. Más adelante, en 1660, actuó como alcalde de la Santa Hermandad y ocupó el cargo de teniente de gobernador y justicia mayor.

Francisco se casó con Marta Ana de Pastrana, hija de un peninsular notable. Tuvieron cinco hijos: Lorenzo, Bernardo, Pedro, María y Fernando.

El primogénito, Lorenzo nacido en 1640, se destacó en la función pública en la ciudad de Salta: fue Síndico en el Cabildo y Procurador de la ciudad en 1674. Más tarde en 1685, fue Alcalde ordinario y, como era Capitán del Ejército, en 1688, fue designado Maestre de Campo. Ese mismo año, fue nombrado Regidor Perpetuo y luego, gobernador de armas de la ciudad.

Así combinaba estas actividades con las que le demandaban sus tierras y la estancia, ubicadas en el valle de Lerma y en el valle Calchaquí. En su chacra con sementeras al margen del río de Arias, invernaba y fletaba ganado mular al Perú. Además, el 4 de agosto de 1672, el gobernador don Ángel Peredo le otorgó la encomienda en segunda vida de los indios pompoma en la ciudad de Esteco.

En 1733, Lorenzo donó una merced de tierras y dos molinos a la Orden de la Compañía de Jesús. Dicha merced era la que Hernando de Lerma le había concedido a su abuelo Hernando. La principal fuente de trabajo de esta finca procedía del cultivo de las tierras bajo riego y los dos molinos traccionados por las aguas del río de Arias. Por eso, la propiedad fue conocida hasta fines del siglo pasado como Finca Alto Molino. En estas tierras, se construyó el primer mercado artesanal de la República Argentina.

Sin embargo, en 1767, cuando el rey Carlos III expulsó a la Compañía de Jesús, los bienes pasaron a ser administrados por la Junta de Temporalidades. No obstante, sus herederos reclamaron, y con éxito, la restitución de las tierras y demás bienes donados.

Esta familia habitó tiempos complejos en los estaba todo por hacer, y en los que con el transcurso de las jornadas se fue gestando a fuerza de mucho trabajo la primera economía, con las primeras sementeras, con la prosperidad de una tierra fértil que entregaba los primeros frutos que surtirían la mesa de aquellos valerosos que arrostrando mil peligros y dificultades se aventuraban a dar cimiento a una nueva ciudad y sus herederos a asegurar su continuidad.

A la agricultura, se sumó la ganadería con la explotación de ganado vacuno y equino. Posteriormente se receptaban en nuestros campos en calidad de invernada, el ganado mular que dio origen al mayor mercado mundial de venta de miles y miles de estas acémilas en la feria de Sumalao, dinamizando el comercio local durante décadas. El establecimiento de molinos y de ingenios contribuía con la implementación de un primer proceso de manufacturas y de añadir valor agregado a la materia prima.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/salta

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