Resiliencia, infancia y adolescencia

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Crecer implica cometer errores. Equivocarse puede ser una experiencia mediante la cual nuestros niños y adolescentes ensayen la resiliencia emocional.

¿Qué es la resiliencia emocional? Es la capacidad que tiene una persona de recuperarse frente a la adversidad y seguir adelante, es una actitud positiva que permite hacer frente a situaciones de fuerte y prolongado estrés.

La palabra resiliencia, relacionada con la Física, hace referencia a la capacidad de un material de recobrar su forma original después de haber estado sometido a altas presiones. Hoy es un término muy utilizado, no se limita solamente a la capacidad de sobreposición ante las dificultades, sino también a la habilidad para entender, aprender y transformar esas experiencias en fortalezas. Es decir, aprender a capitalizar eso que nos pasa y nos ayuda a ganar experiencia.

En ocasiones, los niños y los adolescentes necesitan ser resilientes, por ejemplo, se frustran y se enojan cuando se pelean con algún amigo, cuando les va mal en la escuela o frente a un límite. Entonces ¿podemos enseñar a nuestros chicos a transformar un obstáculo en una posibilidad? ¿Quién le enseña a ser resiliente a un niño o un adolescente? ¿La escuela? ¿La familia?

La presencia de la familia y el rol de la escuela juegan un papel muy importante en este nuevo desafío. Los contenidos a aprender en la escuela, como analizar distintas fuentes de información, las partes de una célula, las divisiones con números de varios dígitos, entre muchísimos otros, son importantes. Pero si un niño no puede manejar su ira frente a la frustración por una mala nota, si se enoja por el resultado de un partido de fútbol, ¿de qué modo podrá manejar y superar el malestar que lo invade? ¿de qué modo podrá aprender?

Hay muchas habilidades que tienen que ver con lo socioemocional que se deben desarrollar para saber desenvolverse con seguridad, confianza y empatía, éstas tienen que ver con cómo nos relacionamos con nosotros y los demás. Competencias básicas para la vida que suponen conocer y comprender las propias emociones y las de los demás, regular los afectos y utilizar la capacidad para gobernar los propios pensamientos y acciones.

A diario comunicamos conocimientos y promovemos actitudes en nuestros niños y jóvenes. Poder ayudarlos a reconocer y hablar de sus sentimientos, incluso los negativos; a recordar aquellas situaciones en las que pudieron salir adelante y transformar esas experiencias en fortaleza es muy importante.

Una cosa es fracasar, pero otra muy diferente es pensar que no sirvo. Como adultos podemos ofrecer ayuda sin intervenir, preguntar qué necesitan para superar una situación o para mejorar algo, abrir la posibilidad y hacer visible el acompañamiento. Permitirles hablar de lo que les resulta difícil desde la confianza, enseñarles a intentarlo, a esforzarse y perseverar, invitarlos a poner el foco en el esfuerzo y el proceso. Para los niños y los jóvenes es fundamental entender que cometer errores es parte del aprendizaje.

La resiliencia se puede enseñar, tanto en casa como en la escuela. Como adultos no podremos quitarles las piedras del camino, sin embargo, podremos ayudarles a pensar cuáles esquivar, trabajando con ellos la frustración que esto genere.

Ayudar a los chicos no es resolverles la vida. Si nos preocupamos excesivamente por ellos, no les estamos dando la oportunidad de desarrollar el poder de decidir, de elegir herramientas para resolver, de adaptarse, tampoco les damos lugar a que la equivocación se transforme en aprendizaje. Cuando un niño se enfrenta a un reto se activan dos zonas cerebrales, la amígdala, la zona del miedo, que le dice que debe tener cuidado, y por otro lado, la corteza prefrontal, que le indica cómo puede llegar a resolver algunas situaciones. Sobreprotegerlo hace que se estimule más el miedo y se transforme en un niño con dificultad para tomar decisiones y temeroso frente a situaciones que debe atravesar. A un niño sobreprotegido se le priva de poder ejercitar habilidades que necesitará en su vida adulta para resolver conflictos y se le priva, también, de la posibilidad de demostrarse que es capaz de conseguir lo que se propone.

A veces en la vida se gana y a veces se aprende; capitalizar esa frustración es esencial, educar en el esfuerzo y la perseverancia, impostergable. Porque la vida está llena de sorpresas. Enseñemos a nuestros chicos a transformar un desafío en una oportunidad.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales