Los payasos; los estadistas y la pobreza

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Suetonio escribió respecto de Calígula: “Estaba enfermo tanto de cuerpo como de mente”. Lo que no dijo es que si Calígula estaba enfermo era porque también lo estaba Roma y toda la sociedad romana. Una sociedad está tan rancia y desintegrada como los líderes que elige para gobernarlos. O, dicho de otra manera, hay que ver qué le sucede a una sociedad que elige a personas tan degradadas ética y moralmente para liderarlos.

Suetonio escribió respecto de Calígula: “Estaba enfermo tanto de cuerpo como de mente”. Lo que no dijo es que si Calígula estaba enfermo era porque también lo estaba Roma y toda la sociedad romana. Una sociedad está tan rancia y desintegrada como los líderes que elige para gobernarlos. O, dicho de otra manera, hay que ver qué le sucede a una sociedad que elige a personas tan degradadas ética y moralmente para liderarlos.

Por ejemplo, vivimos en una época en la que se reivindica la figura y las políticas de Carlos Menem. Sin embargo, se sabe que Menem profundizó el camino de la corrupción y de la degradación moral e institucional argentina; que fue condenado por tráfico ilegal de armas a Croacia y se le imputa haber explotar una ciudad entera para ocultar el delito; tanto como se puede demostrar -sin sesgo-, cómo la crisis laboral actual y los guarismos de pobreza que ostentamos hoy, son continuación directa de decisiones tomadas durante su presidencia.

Proceso que se agudiza con 16 años de kirchnerismo. En 2019, la sociedad eligió a Alberto Fernández como presidente. Sobran palabras para un balance. Apenas iniciado el escándalo de las contrataciones de seguros en el Estado -causa de la cual aún se conoce poco y nada-, estalló otro escándalo donde aparecen los delitos de maltrato físico y psicológico, privación ilegítima de la libertad e incitación al delito presuntamente cometidos por el expresidente hacia la ex primera dama; delitos que -de ser probados- tendrán consecuencias políticas, económicas, institucionales y morales de magnitudes inimaginables. O no.

La tesis de los autores Daron Acemoglu y James A. Robinson en “¿Por qué fracasan los países? Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”; es que las diferencias de ingresos y nivel de vida entre los países ricos y los países pobres, es debido al desapego de las dirigencias de estos últimos países a toda calidad institucional que ponga límites a sus ambiciones. En un reciente ensayo titulado “¿Por qué África es pobre?”, retoman la idea y dicen, a modo de respuesta: “esto es así porque una gran parte de la sociedad africana está atrapada en un esquema de instituciones políticas y económicas que no conducen al progreso económico”. Ni social, agregaría yo. Siempre busco separar el crecimiento económico del crecimiento y el progreso social. Esto último no es una consecuencia ineludible de lo primero; aunque quizás sí el viceversa sea válido bajo determinadas condiciones favorables.

Para desgracia nuestra; desde la recuperación de la democracia a hoy, tenemos ejemplos de sobra de dirigentes que no sólo no estuvieron a la altura de las circunstancias y que no buscaron el bien común de la sociedad -a pesar de todas sus declamaciones en ese sentido-; sino que sólo persiguieron sus intereses personales, políticos y partidarios; erosionando la calidad democrática del país y de sus instituciones. Desde la recuperación de la democracia a hoy, la calidad moral e institucional de todos y de cada uno de nuestros dirigentes ha caído -y sigue cayendo-, en picada.

Sin embargo -y como siempre digo-, esto habla y dice mucho más de nosotros -y de la sociedad que conformamos-, que de ellos y de sus circunstancias, devaneos y desvaríos. Ellos están ahí porque nosotros los pusimos. Así de fácil. Así de simple. Así de ineludible.

Una pobreza que asfixia

En la misma semana donde ocurre el pico de exposición de todos los escándalos de Alberto Fernández, se conoce el informe de Unicef que dice que “Un millón de menores de 18 años se van a dormir sin cenar”. “Mami, ¿por qué nos vamos a acostar sin comer?” es la pregunta que le hace un chico a su madre en el spot de Unicef; una escena que se repite -cada noche- en un millón de hogares reales.

El dato es nuevo y surge de una actualización del último informe sobre la pobreza que difundió esta organización. Según Alejandra Beccaria, oficial de Evaluación y Monitoreo de Unicef, la pregunta específica sobre niños que se van a dormir sin cenar fue incorporada en la medición de 2024 y los datos corresponden al período abril-mayo de este año. Además, el número de chicos que saltean comidas por la situación económica se incrementó. El informe anterior, difundido en junio, señalaba que había un millón de menores de 18 años que no realizaban alguna comida a lo largo del día. Esa cantidad, según indica el nuevo informe, pasó a ser de un millón y medio. Si además se incluye a los adultos que viven en esos hogares, la cifra alcanza a los 4,5 millones de personas.

Mientras tanto, el gobierno habla, a través del Ministerio de Capital Humano, sobre “los logros en materia de políticas alimentarias alcanzados durante los primeros meses de gestión”. “Desde la asunción de la ministra Sandra Pettovello se logró que las familias vulnerables aumenten su poder de compra, poniendo como prioridad que las personas reciban asistencia con transferencias directas y que el dinero vaya al bolsillo de los argentinos. Para eso, se decidió terminar con la intermediación de las políticas sociales. Se aumentó la Asignación Universal por Hijo (AUH) y se reforzó en un 137,5% (diciembre 2023/junio 2024) la Tarjeta Alimentar, que es un complemento a la AUH, una herramienta que permite acreditar mes a mes una suma de dinero para la compra de alimentos. El monto de la Tarjeta Alimentar era de $22.000 en diciembre de 2023 y hoy es de $52.259. Con asistencia (AUH más la Tarjeta Alimentar) se alcanza de manera directa a 4.017.814 niños de 0 a 17 años”, reza el texto publicado por el ministerio de Capital Humano.

Es cierto que se incrementaron los valores de la AUH y de la tarjeta alimentar, pero ¿qué hace una familia con $ 52.259 por chico, por mes? Una familia tipo de cuatro miembros necesitó -en junio-, $ 873.169 para no ser pobre, según consigna el INDEC. Esto sin considerar el costo del alquiler ni algunos otros gastos reales e indispensables. Una familia precisó $ 393.319 para no ser indigente en ese mismo mes, de acuerdo con el mismo informe del organismo. Algo no cierra. Podemos llenarnos la boca todo el día sobre los porcentajes de aumento -reales- de la AUH y la tarjeta Alimentar, pero, la realidad es que, en este país, hoy, hay más de un millón de chicos que se van a dormir sin comer. Otra verdad. Sin esta ayuda, el 24,7% de la población sería indigente. Sin esta ayuda, uno de cada cuatro habitantes de este país viviría en la extrema pobreza; lo que no hace más que resaltar la falacia de la prescindencia total del Estado.

Adorni, con esa frialdad y falta de empatía que muestra día a día, dice: “La que tiene la chequera es Pettovello”. Por supuesto que la culpa no es de este gobierno; sería necio acusarlos sólo a ellos. Esta es la resultante de décadas de corrupción; de Estado ausente; de desentendimiento; de vaciamiento intelectual de cada derecho real y legítimo; de una perversión ideológica sin par; de manejos partidarios egoístas y perversos. Es la tesis de Acemoglu y Robinson hecha una cruda realidad.

“La heladera duerme”

¿Qué clase de sociedad somos? ¿lo sabemos? ¿lo pensamos, siquiera?

Es que nosotros, mientras tanto; estamos pegados al televisor viendo escenas escabrosas del expresidente y de la ex primera dama. Seguimos pegados al televisor esperando nuevos videos, chats y nuevas y más morbosas revelaciones. Seguimos pegados al televisor escuchando a “Yuyito” González; tratando de entender si el presidente y esta señora son novios o no; si de dan un beso en la boca o no; si están enamorados o no. Si son felices o no. El millón de chicos que se van a dormir sin comer parece no importarle nada a nadie. Su derecho a la felicidad parece no importar a nadie.

La madre, en el spot, le dice al nene que la heladera necesita descansar de noche y le promete al chiquito -angustiada- que al día siguiente “la heladera estará despierta”. Me pregunto a cuántos niños esa respuesta les servirá. Me pregunto a cuántos adultos esa respuesta nos estruja el corazón y nos hace gritar de rabia y de impotencia. Por qué no; hasta de odio.

¿Qué otro escándalo; qué otro indicador; qué otra señal necesitamos para reaccionar? ¿Cuánta corrupción estamos dispuestos a soportar? ¿Cuánta más distracción estamos dispuestos a tolerar? ¿Cuántas mentiras; cuánta hipocresía; cuánto cinismo más podemos aguantar? ¿Cuántas falsas ilusiones rotas, depositadas en las manos de curanderos inviables que venden pociones mágicas hasta para enfermedades incurables, podemos seguir sosteniendo antes de rebelarnos y de no caer en nuestra tan característica desesperación?

La entropía de Argentina aumenta. Si seguimos así, nos esperan esperpentos peores. Sociedades enfermas producen líderes enfermos: Calígula, Tiberio, Nerón. Hay un proverbio turco que dice: “Cuando un payaso se muda a un palacio, el payaso no se convierte en rey si no que el palacio se convierte en circo”.

Yo agregaría que, cuando el Palacio se convierte en circo, todo el país termina haciendo monerías, malabarismos y payasadas. ¿Nos daremos cuenta, algún día, que evitar que entren los payasos -cualquiera de ellos- en el Palacio, depende sólo de nosotros? Ojalá nos demos cuenta de esto, alguna vez. Ojalá.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales