El despacho de Mercedes Miguel, ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, tiene dos mesas de trabajo llenas de carpetas y papeles —en una hay también unas velas aromáticas—. Dominan el lugar las banderas de la Nación y de la ciudad, y una gran cartelera con dibujos icónicos de la cultura y la educación porteña. Allí, entre el obelisco y el planetario, dice: “745.000 alumnos, 2.700 escuelas, 96.000 docentes”. Y un poco más arriba “Ministerio de Aprendizaje”. Todo un símbolo de la gestión. Es un séptimo piso y desde la ventana se puede ver el movimiento continuo de los camiones por el paseo del Bajo y, más allá, el de las grúas del puerto.
La ministra Miguel recibe a Ticmas para hablar de la situación de la escuela secundaria. En la entrevista, la ministra va a destacar la necesidad de transformar el sistema educativo secundario, que actualmente no responde a las demandas de los estudiantes y sostiene un modelo compartimentado por asignaturas que ya no funciona. Un cambio de magnitud que implica una revisión integral del sistema y la participación de todos los actores involucrados para asegurar que las medidas cumplan con las expectativas y se mantengan en el tiempo.
—¿Cuál es el propósito del secundario? ¿Qué se espera que logre un estudiante cuando termine ese tramo?
—Me atrevo a decir que no solo en la Ciudad de Buenos Aires, sino en toda la Argentina y en todo el mundo se están haciendo esa pregunta, siendo que es una etapa de transición al mundo del trabajo, al emprendedorismo, al mundo deportivo, al mundo cultural, al universitario. Lo que realmente nos hace repensar la escuela secundaria —y, de hecho, es una de las doce políticas de “Buenos Aires Aprende”— son los datos estadísticos que manejamos. Con todo el esfuerzo, con toda la inversión que se hace, si escuchamos lo que dicen los chicos y cómo se manifiestan a través de su comportamiento y de su rendimiento académico, hay algo que no estamos haciendo bien. Eso que no estamos haciendo bien es seguir insistiendo con un modelo escolar que se impone hace años en una sociedad que está mostrando cambios abismales no sólo en tecnología, como la inteligencia artificial y la realidad aumentada, sino en la forma en que se relacionan los chicos. Ellos mismos no le encuentran sentido a la escuela secundaria.
—¿Cómo se cambia eso que no funciona?
—Hay un caso particular, que es el de las escuelas técnicas. A los chicos de las escuelas técnicas los comparo con los artistas y los deportistas, que desde muy chiquitos saben cuál es su vocación y su pasión. Tienen un nivel de pertenencia fenomenal. Pero también tenemos un problema en la escuela técnica, que dura seis años y, ya en cuarto año, los chicos piden pista. En la escuela secundaria compartimentada por asignaturas, con docentes que entran y salen, con profesores que no pueden trabajar juntos y con estudiantes que tienen muchas horas libres, hay algo que no está funcionando. Por eso es que, con una mesa de especialistas, técnicos, supervisores, rectores, estamos empezando a diseñar un nuevo modelo de escuela secundaria para la ciudad de Buenos Aires.
Mercedes Miguel, ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires (foto: Leonardo Giménez)
—Los tiempos de la política son siempre más cortos que los de la educación. Una transformación educativa puede requerir años. ¿Cómo se piensa a largo plazo, sabiendo que en la Argentina nunca se espera al largo plazo?
—Como en toda política pública de transformación sistémica, hay un corto plazo, que es el del planeamiento de la política. Eso ya está hecho, ya sabemos cuáles son las áreas del nivel secundario en las que tenemos que intervenir pedagógica y técnicamente. Planificamos 2025 como el año de implementar el piloto en un grupo de entre 30 y 50 escuelas, que voluntariamente quieren iniciar el cambio. La idea es empezar la implementación con estas escuelas pioneras, y en 2026 y 2027 extenderlo a las 508 secundarias de la ciudad de Buenos Aires, tanto públicas de gestión estatal como públicas de gestión privada. Nuestro recorrido es lo que dura nuestra gestión, pero lo estamos haciendo de manera que perdure en el tiempo, más allá de que estemos o no. Las transformaciones sistémicas se construyen entre todos.
—¿Cómo lo están llevando adelante?
—Estamos haciendo entrevistas, consultas y encuestas con directores, supervisores, estudiantes que están en la escuela y egresados. Hay un consenso enorme acerca de que tenemos que hacer algo en la secundaria. Después vendrán los tiempos del cambio cultural. A mí me gusta decir que toda reforma educativa es una reforma emocional. Una cosa es escribir una política pública, decidirla, definirla, consensuarla, y otra muy diferente es implementarla. La implementación tiene que tener una planificación estratégica: cómo, cuándo, cuánto, en qué tiempos, con qué documentos, qué materiales, qué formación, con qué acompañamiento pedagógico. Estamos haciendo la planificación con gente del Ministerio y de las escuelas, qué es lo que nos va a permitir que perdure en el tiempo. De nada sirve hacer un anuncio rimbombante y decir que se cambia la escuela secundaria para que después los chicos digan: “Me están dando la misma clase”.
¿Reconocen los estudiantes un propósito del secundario?
—¿Qué deudas tiene el secundario? Lo pregunto también en relación con la percepción de valor de los estudiantes.
—La secundaria tiene que ser una experiencia de aprendizaje. Que los estudiantes sientan que aprendieron, que les quedó algo para toda la vida. Yo creo que la escuela secundaria tiene un valor muy importante, y los chicos lo reconocen, y es el valor de la amistad y de la vinculación. Fui al aniversario por los 150 años del Mariano Acosta y era impresionante ver el sentido de pertenencia de los estudiantes. Lo mismo en el Otto Krause. Ahora, si comparás eso con los resultados académicos en Lengua, en Matemática, en los datos estadísticos de bienestar socioemocional, decís “Acá está pasando algo”.
—Pero entonces…
—Una cosa no va en desmedro de la otra. Hay un valor de la escuela secundaria que es importante, que tenemos que abrazar y reconocer. Hay profes, hay directores, supervisores y mucha gente que ama lo que hace y hace las cosas bien. El desafío enorme que tenemos es reconocer eso, ponerlo a un lado, y decir cuál es el verdadero sentido de la escuela secundaria. ¿Cuál es la deuda? La deuda es que tenga un propósito para los estudiantes, que mientras están en la escuela secundaria puedan vislumbrar, sentir, palpitar cuál es el camino que quieren seguir. Lo peor que nos puede pasar —y que nos pasa— es que egresen de la escuela secundaria y no sepan qué camino seguir de todos los que se les abre en un mundo que cambia.
—Pero ese también es un poco el signo de los tiempos.
—Creo que muy poca gente puede decir a qué mundo laboral va a entrar un chico que hoy está en primer año. La velocidad de los cambios nos obliga a aprender todo el tiempo. Por eso es tan importante tener un Ministerio abierto. Por eso trabajo con muchas mesas, con mucha gente, con muchas consultas. La verdad es que no hay valor en que un profe dé una clase, se retire y dé esa misma clase en tres o cuatro escuelas, y todos los estudiantes respondan probablemente las mismas preguntas en todos los cursos, en todas las escuelas, desde hace muchos años. No tiene valor porque eso es transferencia de contenido y, para la generación que hoy está en las escuelas, la transferencia de contenido se la da el celular de una manera más efectiva. Para que la secundaria sea relevante, para que tenga un propósito, todos los adultos que trabajan en el sistema educativo tienen que repensar, reconfigurar y replanificar la práctica de eso que hacen.
Damos Física, Química, Matemática, Biología, Arte, Inglés y creemos que las disciplinas no se interconectan. Pero los chicos salen de la escuela y a los 35 segundos están mezclando todas las áreas del conocimiento
—Por lo que entiendo de la respuesta, se busca cambiar la figura del “docente taxi” por la de un docente que permanezca más tiempo en la institución.
—Se va a transformar. No tenemos ninguna duda de que ese es el principio de toda la transformación. La dimensión número uno del cambio de la escuela secundaria es la organización institucional. Estamos hablando de unos 15.000 docentes que hoy trabajan en las escuelas secundarias de la Ciudad de Buenos Aires. Lo primero que tenemos que hacer es repensar cómo el docente ingresa a la institución y es parte del proyecto escolar, de un proyecto de aprendizaje. Porque, si no, la imagen que me viene a la mente es la de una antigua operadora telefónica que atendía una llamada, desconectaba y conectaba en otro lugar. Eso es lo que estamos haciendo: damos Física, Química, Matemática, Biología, Arte, Inglés y creemos que las disciplinas no se interconectan. Pero los chicos salen de la escuela y a los 35 segundos están mezclando todas las áreas del conocimiento. Hasta que la escuela no hable en el lenguaje de los chicos y responda a su demanda de cómo aprenden, no va a ser relevante. De hecho, esto no es ninguna innovación. En la Ley de Educación del 2006 y la Resolución 8407 del Consejo Federal del 2009 se habla de organizar la secundaria por áreas de conocimiento.
—¿Qué faltó, entonces?
—Un montón de conversaciones incómodas con muchos actores que tienen derechos adquiridos. Hay que barajar y dar de nuevo. De verdad. Profundamente. Y esa no es una decisión que podamos tomar nosotros solos desde un escritorio. Eso conlleva que en este período se trabaje, se estudie, se aprenda, se analicen todos los datos estadísticos que tenemos y que estamos generando sobre el nivel secundario. “Buenos Aires Aprende” tiene una estadística para cada una de las doce políticas públicas que las convalida.
—¿La transformación educativa impulsa abandonar lo disciplinar para entrar en un aprendizaje basado en proyectos?
—Sí, pero la disciplina tiene un poder fenomenal; cada disciplina tiene que sostenerse porque enriquece a otra. Si hacemos algo demasiado general, los chicos no terminan aprendiendo lo que necesitan. Por eso, el Eje 1 de “Buenos Aires Aprende” habla de aprendizajes fundacionales. Esto es: Lengua y Matemática. La competencia de la comunicación es una de las más demandadas: leer, escribir, escuchar y hablar correctamente. Es una habilidad que los chicos tienen que tener para trabajar activamente en cualquier ámbito. El otro aprendizaje fundacional es Matemáticas o el razonamiento lógico-matemático. Un chico que arrastra problemas de alfabetización desde los primeros años de la escolaridad es un estudiante que no va a poder ser exitoso en ninguna otra disciplina porque no va a comprender las consignas. Entonces, acá somos muy exigentes. De hecho, estamos cambiando el diseño curricular de la primaria para poner el foco ahí. Estamos siendo muy estrictos en volver a las fuentes. Lengua y Matemática: eso alimenta todas las otras áreas del conocimiento.
¿Qué herramientas se usan para evitar el abandono escolar?
El presente de la escuela secundaria
La ministra Miguel dice que “Lo que no se conoce no se mejora” y se entusiasma con el reto de llevar la educación hacia el futuro. Para ello hace, también, un análisis de las situaciones más urgentes de la educación secundaria: la tasa de abandono, el fracaso escolar, la actualización docente, la articulación con la primaria en el proceso de alfabetización.
—En ciertas jurisdicciones se implementaron sistemas de alarma temprana ante alumnos con riesgo de abandonar la escuela. ¿Cómo se maneja la Ciudad de Buenos Aires?
—Tenemos una tasa de ausentismo importante en los estudiantes y eso ya es una alarma en sí misma. Es un dato que nos puso a trabajar con las escuelas para controlar mejor no solo la asistencia, sino también la atención en clase. Porque podríamos quedarnos contentos con que los chicos estén en la clase y a ellos les diera lo mismo estar o no estar conectados con el aprendizaje. Claramente, la inasistencia es la antesala del abandono. Pero el otro dato importante es que la antesala del abandono es el fracaso escolar: son los estudiantes a los que el sistema educativo hipócritamente sienta con materias adeudadas de los años anteriores. ¿Qué les estamos pidiendo? ¿Cómo le exigimos a un estudiante que entienda Matemática de 4º año si tiene previas las 2° y 3° tercero? Estas son las preguntas que estamos poniendo arriba de la mesa. ¿Cómo no va a abandonar un chico al que le pedimos por tercera vez que haga la misma materia o el mismo año escolar?
—Entramos en el debate sobre la pertinencia de repetir de año. Hay jurisdicciones con promoción automática; otras, como la provincia de Buenos Aires, elevó el criterio de promoción a no llevarse más de cuatro materias y la Ciudad de Buenos Aires formó un bloque indiviso entre primer y segundo año. ¿Qué puede decir de esas experiencias?
—En los organismos internacionales está estudiado que la repitencia no es condición para mejorar el rendimiento académico de los estudiantes. Por el contrario, no lo mejora. Esa discusión está saldada. Pero ¿dónde está la complejidad? Creer que solamente con eliminar la repitencia va a mejorar el rendimiento académico es falso y es peligroso. Lograr el aprendizaje es muchísimo más complejo que eliminar la repitencia. Nosotros estamos haciendo estudios comparados y analizando con la Unidad de Evaluación de la Ciudad de Buenos Aires todos los casos de la Argentina y del mundo que nos sirvan para nutrirnos en la mejor decisión que podemos tomar respecto de esto. En ese sentido, nuestra política es 360°. La repitencia tiene que ver con la promoción y acreditación de saberes, pero hay otras dimensiones: cómo vamos a cambiar la práctica de los docentes, cómo vamos a organizar la institución escolar, cómo vamos a hacer que los estudiantes promuevan sus asignaturas.
—¿Esto también lo estudian con distintos actores?
—Sí, tenemos mesas de consulta con expertos en la materia, con sindicatos, con universidades, con profesores. Queremos escuchar a los profesores, a los rectores, a los supervisores y a los estudiantes porque no nos puede ir mal. Y esto lo digo con toda la presión a mi cargo. Confío que nos va a ir bien porque estamos trabajando con el sistema, porque los queremos escuchar a ellos. Obviamente, va a haber gente que va a estar incómoda, que no va a estar de acuerdo. Pero, por los datos estadísticos que tenemos y por todas las entrevistas que estamos haciendo, parece que vamos en el camino correcto. La secundaria necesita ser revisada desde la raíz con todo lo que eso implica. Hoy todavía no puedo decir cuál va a ser nuestro modelo de evaluación porque estaría faltando a la verdad y al proceso que yo misma habilité. Confío en que desde el diálogo y del consenso de todo el sistema salga la mejor versión de la secundaria que podamos tener.
Mercedes Miguel, ministra de Educación de CABA
—¿Cómo van a sumar a los docentes? Se propone un gran cambio que va a afectar tanto para quienes llevan muchos años en clase como los que recién salen del profesorado.
—Cuando se hace una transformación sistémica de estas características, es necesario prototipar. En este caso, el prototipo va a estar dado con las escuelas que voluntariamente aceptaron ser el piloto. Es muy importante partir de la voluntad y del deseo de cambiar. Nos allana un camino gigantesco. Por supuesto, habrá profes que no quieran saber nada con la transformación; lo hace mucho más desafiante. Y también más lindo, porque hay que trabajar con todos y tener todas las charlas que hagan falta y mostrar todos los datos que necesitemos. Tenemos que ayudar a esos profes a transformar su práctica para tener una secundaria que sea realmente más relevante. Como dice Guillermina Tiramonti, el aprendizaje gratificante es cuando hay un encuentro de dos partes que hace algo que está bueno. Queremos que los chicos puedan ir a la escuela y digan “Qué bueno que estuvo el día de hoy”.
En educación suele darse esto de que la secundaria mira a la primaria y dice: “A mí me llegaron así”, y la primera se da vuelta y dice; “Bueno, salen de Inicial sin reconocer el alfabeto”. Y yo digo que en cualquier momento le vamos a preguntar al obstetra qué pasó en parto
—En una respuesta anterior hablaba de saberes fundacionales y la semana pasada se lanzó el Plan Nacional de Alfabetización. Lo lanzó el presidente de la Nación, de hecho. Si salimos del universo del secundario, pero no tanto porque finalmente los problemas de alfabetización se propagan también en el secundario, ¿cómo se aborda la alfabetización en la primaria?
—Es buenísima la pregunta, porque en educación suele darse esto de que la secundaria mira a la primaria y dice: “A mí me llegaron así”, y la primera se da vuelta y dice: “Bueno, salen de Inicial sin reconocer el alfabeto”. Y yo digo que en cualquier momento le vamos a preguntar al obstetra qué pasó en parto. Lo primero que estamos haciendo es visibilizar cuáles son los objetivos de logro de un niño, desde que entra al sistema educativo —y nos paramos inicialmente en sala de cinco— hasta los 18 años. Qué tiene que haber aprendido para que se la considere una persona bien alfabetizada en los años fundacionales, que son los de inicial y primaria, y para que pueda tener una secundaria relevante. Todo lo que estamos hablando es imposible, es inviable, es falso, si los chicos no pueden leer y escribir correctamente. Por eso estamos cambiando el diseño curricular de primaria de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, para poner todo nuestro foco en alfabetización, en lo más simple de todo, que es leer y escribir correctamente.
—¿Qué significa correctamente?
—Que lo hagan de la manera que lo tienen que hacer en el nivel que lo deben hacer. Esto implica un cambio del modelo de alfabetización. Implica salir del modelo conocido como la psicogénesis. Pero, más allá de cuál es el modelo, nosotros queremos garantizar que todos los alumnos, cuando transiten la primaria, puedan ingresar a la secundaria con el nivel de alfabetización determinado para la edad que ellos tienen. Lo vamos a medir y lo vamos a publicar desde sala de cinco hasta los 18. ¿Para qué? Para que todos los docentes puedan ver qué es lo que los chicos debieron haber adquirido en el año anterior y en cuáles van a ser las demandas del año siguiente. El aprendizaje es escalonado y en cualquiera de estos niveles que falle, va a fallar su trayectoria escolar. Y tenemos que hacernos cargo.