Esa mansión de Palermo fue el punto de miles y miles de fotos, de guardias de fanáticos y de miradas de curiosos. Sobre un bello empedrado estaba la casa de la actriz uruguaya, esa que adquirió en sus primeros años de residencia en el país y como fruto de sus éxitos televisivos impresionantes, como ser Muñeca brava.
En definitiva, Natalia residió en la inmensa mansión durante dieciocho años, en primera instancia en soledad y luego se transformó en el hogar familiar que configuró con el cantante de Divididos y su hijo Atahualpa. Hasta que en 2016, la pareja optó por venderla en millones y mudarse a San Isidro. “Fue el mejor negocio de la vida de Natalia”, afirman.
Pero la particularidad del caso se centra en el origen de esa casona, que data del siglo XVII y de una familia tradicional porteña como los Alvear, que la inauguraron en 1887 bajo el nombre de El bosquejo. De ese modo, ese imponente casco de 480 metros cuadrados cubiertos fue idea de una clan patricio.
Las particularidades son infinitas, desde sus bondades en tamaño y decoración, hasta en la distribución de seis baños, así como un jardín frondoso, con árboles centenarios, que sirven de reparo en las altas temperaturas veraniegas y le aportan un entorno increíble a la pileta descubierta.
Algunos de los recovecos más impresionantes es el bar, que está construido de madera, con simbología antigua, hasta un escudo familiar de los Alvear, pero principalmente se destacaba porque disponía de un pasillo secreto que lo comunicaba directamente con la cocina.
A pesar que la propiedad ya se encuentra bajo el dominio del comprador, Natalia Oreiro y Ricardo Mollo continúan yendo y utilizando una de sus alas. ¿Cómo? Resulta que los músicos construyeron un estudio de grabación, y ensayo, en un ambiente independiente al cual acceden desde la calle sin molestar a los dueños.
Fuente: https://www.paparazzi.com.ar/