Leonardo Messina, es panadero de toda la vida. Aprendió el oficio en el local de sus padres durante las madrugadas junto a los hornos y las mesadas repletas de harina. Ahora, es dueño de la panadería Las Flores Porteñas hace 20 años, un comercio que sus primeros propietarios habían fundado hace más de 100 años, en 1885.
Te puede interesar: Tesla fue criticada por cancelar un pedido de USD 16.000 a una panadería de California a última hora y causarle pérdidas
Messina trabaja de lunes a lunes 12 horas por día. Llega a la panadería en Balvanera a las 5 de la madrugada hasta el mediodía. Luego de una siesta reparadora, regresa a la tarde hasta el cierre a las 20.
“A las 6 en punto abro y si me paso ya me golpean la persiana los primeros clientes”, afirma para la sección Mi vida, mi oficio de Infobae.
En estos momentos de crisis económica, el panadero sostiene que “los clientes ya no piden por kilo, apenas dos o tres flautitas. Además, muchos pasan a pedir comida. Yo a todos, al menos, un pan le doy”.
Leonardo Messina abre su panadería todos los días a las 6 de la mañana (Gastón Taylor)
Buscando en la memoria los primeros recuerdos de su vida, Leonardo Messina encuentra el aroma a vainilla y manteca que salía de la amasadora, los ruidos de las bandejas de medialunas entrando y saliendo del horno, el botón de la caja registradora que se abría y cerraba cada minuto para cobrar a los clientes que llegaban a la primera panadería que sus padres abrieron en La Tablada, partido de La Matanza.
Cuando apenas tenía 13 años, un decidido y joven Leo le dijo a su mamá: “No quiero estudiar más, me quiero dedicar a trabajar. Al otro día, mi viejo me levantó a las 5 y empezamos a preparar el pan”, cuenta quien a los 19 años se puso al frente de su primera panadería y que hoy es dueño de la confitería Flores Porteñas, la primera fundada en la ciudad de Buenos Aires y cuya historia se describe como la que elaboró las medialunas de manteca que cada día desayunaba Juan Domingo Perón cuando era presidente de la Nación.
Leonardo Messina entre las bolsas de harina de su stock en la panadería (Gastón Taylor)
“Cuando compré el comercio, en noviembre de 2002, no sabía tanto de su historia, pero lo fui descubriendo y conociendo también a través del relato de algunos vecinos, ya mayores, que me cuentan que de niños llegaban de la mano de sus padres a comprar el pan y algunas cosas dulces para el desayuno. ¡Eso es muy emotivo!”, señala el panadero.
Messina cerró las puertas de Flores Porteñas para refaccionar en noviembre del 2002. La obra duró dos meses y hubo hallazgos impensados: al sacar el cielo raso se encontró con que habían tapado un vitraux de finales del Siglo XIX; los cerámicos originales eran de un diseño exquisito y había una enorme caja fuerte, que conserva aunque no la usa.
La estrella, con receta secreta, es el pan dulce que “se vende todo el año” (Gastón Taylor)
Al abrir, el 16 de enero de 2003 a las 7:30, manteniendo el horario original, notó que cuando llegaba a las 6 de la mañana, había mucho movimiento en el barrio y que las paradas de colectivos de esa cuadra estaban llenas. “Estaba perdiendo plata, así que comencé a abrir más temprano y la diferencia fue efectiva”, admite.
La estrella, con receta secreta, es el pan dulce que “se vende todo el año”. “La había aprendido mi papá y me la enseñó, y yo la transmití a mis panaderos. No se cuenta, ¡ja, ja! Se descubre cuando se prueba”, finaliza Messina.
Mi vida, mi oficio es un programa de entrevistas sobre la importancia, el valor, las exigencias y experiencias de cada trabajo, contadas por sus propios protagonistas. Escribinos y contanos sobre tu oficio y tu historia a [email protected]
Fuente: https://www.infobae.com/america/