La confrontación como método de acción política

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“Estamos haciendo el ajuste más grande de la historia argentina y mi imagen está en los mismos niveles que cuando asumí” dijo Javier Milei en una de sus últimas entrevistas televisivas. En el contexto de una fuerte corrección fiscal, se presenta como telón de fondo un entorno político que se encuentra en plena mutación, al ritmo de una agenda transformacional muy intensa propuesta por el oficialismo.

Al mismo tiempo, como centro de la vertiginosa escena política se posiciona el Presidente de la Nación, quien en un escenario de ultraminorías institucionales, redobla su apuesta contra lo que identifica como la “casta”, usando su legitimidad popular como amenaza contra aquellos actores que se muestran desafiantes. El último ejemplo de esto es la disputa en desarrollo con el gobernador de Chubut , Nacho Torres, por los fondos de coparticipación. Con meses difíciles aún por delante en términos económicos, se plantean interrogantes en relación a los riesgos que acarrea un plan de acción gubernamental que elige sostenerse, casi exclusivamente, en el respaldo de la opinión pública.

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De acuerdo con los datos de enero del Monitor del Humor Social y Político de D’Alessio IROL/Berensztein, el gobierno de Milei cosecha una aprobación del 47% y una desaprobación del 50%. La favorabilidad a la administración libertaria es especialmente marcada entre los segmentos socioeconómicos medio-altos y entre los hombres, donde la aprobación escala al 58% y 51%, respectivamente. Estas tendencias se reflejan de manera casi exacta en su imagen positiva personal (47% positiva y 47% negativa), lo que lo sostiene aún como uno de los políticos con mejor imagen. Con estas cifras sobre la mesa se pone de manifiesto que, al mismo tiempo que hay un sector de la ciudadanía que compactamente se abroqueló en contra del modelo de shock libertario desde los primeros días de gestión, del otro lado sigue habiendo una masa crítica de ciudadanos que apoyan a Milei y al rumbo de su gobierno.

Bajo ese diagnóstico el presidente avanza en su curso de acción, moldeando un liderazgo que se alimenta del conflicto. Así, la disputa no es percibida por Milei como un traspié o un obstáculo en su recorrido sino que es incorporada como un instrumento de refuerzo de su posición predominante en el sistema político. Eventualmente, esta es la manera que considera más efectiva y más fiel a su estilo para reconstruir la autoridad presidencial, mientras busca consolidar un espacio que lo tenga a él como único referente capaz de capturar a todo el electorado que vaya del centro hacia la derecha del espectro político. Aquella lógica confrontacional de vinculación se encuentra, en muchas ocasiones, con el desconcierto de sus contrapartes, más acostumbrados a interpretar los cruces como preludios de una negociación que logre desescalar los conflictos para avanzar en territorios de mutuo interés.

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En este sentido, el primer mandatario ata prácticamente toda su suerte a la fidelidad de un respaldo popular que él considera que, en el corto plazo se ve consolidado por su compromiso simbólico de lucha contra la “casta ” y, en el mediano plazo, no va a hacer otra cosa que acrecentarse en consonancia con un ritmo inflacionario desacelerado. En efecto, el supuesto detrás de este camino elegido para sostener su proyecto de poder es que su ‘luna de miel’ no es lo que está viviendo ahora sino que, dentro un par de meses, con algunos resultados más concretos en materia económica, sus índices de popularidad serán mayores que los actuales.

En perspectiva histórica, aquel razonamiento puede estar siendo intervenido por altas dosis de audacia, sobre todo si evaluamos el Índice de Confianza de Gobierno (ICG), que elabora de forma mensual la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Allí puede observarse que los presidentes argentinos, desde 2003 a esta parte, alcanzan su pico de confianza en el primer trimestre de su gestión.

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Más aún, difícilmente puedan alcanzar a superar esa marca dentro de su mismo mandato, con excepción de Néstor Kirchner, quien experimentó un ascenso más significativo en el 2004 que en el momento de su asunción. Por otra parte, en el mismo índice se puede ver que hay eventos específicos que producen una modificación brusca de la tendencia de confianza. A partir de allí, el deterioro continúa hasta estabilizarse en niveles sensiblemente menores a los que los líderes venían registrando.

En nuestros sondeos se evidencia que de los diez temas que más les preocupan a los argentinos, ocho corresponden a asuntos económicos, con la inflación identificada como el principal problema por el 90% de los encuestados. Para un Presidente que respalda su poder y construye su figura con el capital del apoyo popular, la necesidad de poder llegar a soluciones que hacen a la supervivencia y el bienestar diario de su base de apoyo es imperativa.

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Hasta ahora, Milei ha evaluado que la confrontación le redunda en mayores ganancias que pérdidas. Con altísimas dosis de ambición y algo de temeridad, ha dejado expuesto que pretende cambiar la cultura política argentina, con modificaciones tanto en las formas como en los contenidos. Como en todo formato de interacción, más allá de su voluntad, el éxito en ese avance dependerá de cómo se reacomode el sistema y de los contratiempos y resistencias que se vayan presentando. El sostenimiento de esta lógica y de su cruzada libertaria estará condicionado por la capacidad de entregar resultados exitosos de política pública más temprano que tarde.

Fuente: https://www.cronista.com/