Memphis sigue de dulce. El neerlandés completó su semana fantástica, con tres goles decisivos en tres partidos disputados en menos de siete días, y rubricó la quinta victoria consecutiva del Atlético cuando ya casi lamentaba el Metropolitano un inesperado tropiezo ante el Rayo Vallecano que restaba picante al derbi del domingo ante el Real Madrid. Aunque vaya por delante que un derbi es un derbi. No leerá en estas líneas un ensayo desmerecedor del partido más atractivo del fútbol español actual -por delante del Clásico- por una mera cantidad de puntos que separe a merengues de colchoneros.
Hay rivalidades que nunca se acaban y la de Real Madrid y Atlético es una de ellas. Simeone lo conoce de primera mano. Ello y la exigencia del calendario -semifinales de Copa del Rey, derbi en el Bernabéu y la ida de octavos de Champions ante el Inter en Milán. Sin Lino, Koke, De Paul y Griezmann, y sin los lesionados Giménez y Morata, era una alineación que propició un inicio de equipo deshilachado. La presencia del recién llegado Vermeeren, al que el Cholo lanzó directamente a la piscina para comprobar si sabe nadar, fue lo más llamativo. No es muy proclive el técnico argentino a dar alternativas exprés a los nuevos. Y menos a un chico de 18 años.
Lo situó por la derecha, aunque en el Amberes destacara como pivote. Y ese empujón hacia el costado pareció dejarle algo desorientado y tímido, como se muestra desde su aterrizaje en Barajas. El belga combinó recuperaciones con toque nervioso que delataban su nerviosismo y morriña del eje del centro del campo, donde mejor despliega su juego. El cambio al descanso estaban cantado, de primero de cholismo.
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